• Las comparecencias de Nadal en la Comisión de Energía son hasta divertidas: todos se le lanzan al cuello.
  • El ministro tiene un problema: ha resbalado con su real decreto sobre el cierre de plantas eléctricas.
  • ¿Alternativas? En eso se mueve ahora, pero también ahí está solo: la oposición no propone ninguna.
  • Pero exige una solución es técnica, no ideológica o guiada por la empresa: la cuadratura del círculo no funciona.

El ministro de Energía, Álvaro Nadal, está más sólo que la una, como queda probado cada vez que acude a la Comisión de Energía del Congreso, también ayer,  cuando presentó nuevas medidas sobre la retribución de los costes energéticos. La oposición, como es su deber, se le lanza en plancha, posiblemente en este caso, como dice el propio Nadal, porque hacer ruido siempre renta, aunque solucione poco. Una cosa está clara, sin embargo: basta cruzar las necesidades energéticas de España con las fuentes de energía de que disponemos, para saber que no basta con encomendarse a Santa Bárbara para que llueva o que, visto lo visto, no somos Noruega la húmeda. O sea, la cosa no cuadra, aunque unos vayan de farol -en una especie de y tú más- y el ministro, de alma en pena. La cosa se repitió ayer miércoles, y a su vera el debate sobre la nuclear y las renovables, la polémica del Castor, los dudosos almacenamientos de gas cerca de Doñana o, por supuesto, la conveniencia o no de recorte de las retribuciones a las eléctricas. La táctica de la oposición se puede resumir en una palabra: demagogia. Le vale poco y le sobra lo demás. O sea, está en contra de todo lo que no suene a verde -por aquello del cambio climático-, pero no admite una contrariedad esencial: no es posible ser del todo verde sin esos dos riesgos de los que habla Nadal -acierte o no en su pedagogía, cosa que también provoca suspicacias en la oposición- a saber: que el precio de la luz o que se pueda cubrir con garantías la demanda sin la energía nuclear. La táctica de la oposición, sin entrar en todos los epígrafes antes mencionado, se puede resumir en una palabra: demagogia. Están en contra de todo lo que no suene a verde -por aquello del cambio climático-, pero no admiten una contrariedad esencial: no es posible el todo verde sin dos riesgos elementales, como son que aumenten los precios de la electricidad o no se pueda cubrir la demanda. Claro, eso y la cuadratura del círculo es lo más parecido. Obviamente, Nadal plantea sus alternativas, si quieren hasta con chulería, pero que se atienen a la cruda realidad de una imposibilidad. Si dependiera del PSOE y de Ciudadanos, España estaría llena de energías renovables (placas solares y molinillos), pero no en los plazos que corresponde por ausencias reales (el viento y el sol no garantizan abastecimiento las 24 horas de los 365 días del año), y ¿a qué coste? Muy caro, porque faltan infraestructuras y las inversiones necesarias. El precedente de Zapatero y las primas disparó absurdamente el déficit de tarifa y creó un problema de narices precisamente por eso: por precipitarse hacia las energías verdes sin cuantificar el efecto. Todavía hoy cuestan a los españoles 7.000 millones al año, que pagan religiosamente en la factura de la luz. Pero la oposición, que no es responsable de la política energética, salvo que gobierne, paradójicamente, no da ninguna solución. Se limita a vetar la energía nuclear, el carbón y los pasos intermedios en la transición energética, pero sin saber si le cuadran o no las cifras. Pero, eso sí, se echan encima de Nadal como si tuviera la culpa de todo, hasta de lo que ocurra en el palco del Bernabeu (ERC), aunque no le guste el fútbol. Más en concreto, su falta de apoyo a las renovables (Ciudadanos), y él contesta que ya cubre el 40% de las necesidades energéticas. Le maltratan por los almacenamientos de gas en Doñana (PSOE) y él puntualiza que los pasos para fulminarlos no dependen de Industria, sino de la Junta de Andalucía y el Instituto Geográfico Minero. Le dicen que se ponga en punto de cierre y no retorno de la nuclear y el carbón (Equo, Podemos). Y él explica el impacto que tendría en los precios, entre el 15% y el 30% y en los gases contaminantes (barato el carbón, más que el gas y energía limpia, la nuclear, que cubre el más del 20% de la demanda). Y así con todo. Otra cosa es la cruda realidad que afronta Nadal, que sí, está más solo que la una, tras patinar con su polémico real decreto sobre el cierre de las centrales que ha encendido a las eléctricas -a la que mueven sus intereses corporativos- y le ha dado la puntilla de la CNMC con un informe que lo pone de vuelta y media. Ergo, habrá que sentarse a negociar. No basta con protestar, sino que es necesario llegar a un acuerdo. Para alcanzar un pacto, que acepten las partes, no vale el todo o nada. Y eso requiere bajar los humos, por un lado, y estar abierto a alternativas, por otro. En esas andaremos. Rafael Esparza