El presidente de Mapfre, Antonio Huertas, reclamó el martes al Gobierno que apoyara, con dinero público, naturalmente, las pólizas de crédito comercial, lo que no deja de resultar curioso, porque su antecesor en el cargo, José Manuel Martínez, ya alertó en su día sobre ese negocio.

Sin ir más lejos, el gigante asegurador AIG cayó, en gran medida, por las pólizas que cubrían créditos hipotecarios paquetizados y que muchos de ellos resultaron ser hipotecas basura. A Martínez nunca le gustó asegurar créditos y tenía buenas razones para ello. Ahora, Huertas está dispuesto a entrar en ese negocio, eso sí, con la ayuda del Gobierno, siguiendo la estela europea. 

Sí, es cierto que no es lo mismo garantizar paquetes de hipotecas basura de Wall Street que garantizar el crédito comercial o el circulante del panadero, pero no deja de ser un seguro montado sobre un crédito, lo que implcia un sobre-riesgo.   

El presidente de Mapfre señaló el martes, durante su intervención en la cumbre empresarial organizada por la CEOE, que Alemania, Francia o Italia han apostado por el aval público de este tipo de seguros que, según él, es clave para la recuperación de las empresas, especialmente las pequeñas. “Si no se protege el seguro de crédito, la recuperación de las pymes será mucho más complicada”, afirmó.

Huertas no fue el único. Ignacio Garralda, presidente de Mutua Madrileña, y Pilar González de Frutos, presidenta de la patronal Unespa, también reclamaron al Gobierno más apoyo a la actividiad aseguradora.

Es cierto que estamos en un momento de mucha incertidumbre económica, pero también lo es que el Estado no puede convertirse en avalista total, en el asegurador de todos los negocios, por ejemplo, de los seguros de crédito. Entre otras razones, porque las deudas contraídas por el Estado español (ya no fabrica dinero, ahora emite deuda), al final, las tendrán que pagar los contribuyentes.

El dinero público no existe. Existe el dinero de las familias y las empresas, que entregan al Gobierno, vía impuestos, para que lo gestione. No hay que olvidarlo.