En España no sólo ha aumentado la deuda pública, sino también a un nivel inferior (menos mal), se ha disparado en el sector eléctrico desde 2015, es decir, desde tiempos que se pueden considerar como la ‘prehistoria’ del preCovid. Dentro de esta tendencia, Endesa e Iberdrola presentan los mayores aumentos de su deuda financiera neta en los últimos ocho años.

Así se puede ver según datos de Kepler Cheuvreaux, una empresa europea líder e independiente de servicios financieros que está especializada en investigación, ejecución, renta fija y crédito, soluciones estructuradas, finanzas corporativas y gestión de activos. Esto sucede en un momento delicado, porque ahora las eléctricas -y las energéticas en su conjunto- tienen que invertir mucho dinero para la transición ecológica y los tipos de interés ya no están a 0 sino al 4,5% (y el BCE no descarta nuevas subidas, y así también lo cree el Bundesbank, el banco central de Alemania).

Las eléctricas han venido financiando sus inversiones y el pago de dividendos vía deuda, beneficiándo de tipos bajísimos, pero el encarecimiento del coste de dinero, que ha supuesto la subida de tipos, les ha penalizado... y ahora buscan otras opciones de financiación mejores y menos costosas

En la última década, las eléctricas han venido financiando su crecimiento (o sea, sus inversiones) y el pago de dividendos a través de la deuda, confiando en que el regulador y los tipos de interés bajísimos les permitiría mantener un gran apalancamiento. Sin embargo, el encarecimiento del coste de dinero, que ha supuesto la subida de tipos por parte de los bancos centrales (como medida para intentar contener la inflación), les ha penalizado: ahora con los tipos al 4,5% no es bueno invertir con cargo a la deuda y les puede salir carísimo, por lo que debe evitarse en la medida de lo posible con otras opciones.

Por eso han empezado a abundar distintas operaciones de compra y venta de compañías, activos e incluso carteras de megavatios renovables (algo que también contribuye a expandir la doble burbuja especulativa verde que hay en España) y también las alianzas con socios a los que se da entrada en compañías, proyectos o carteras normalmente con participaciones del 49% para poder financiar el crecimiento en el negocio verde con un uso eficiente de capital y sin disparar la deuda. Esta última práctica puede verse en compañías como Repsol (que acaba de llegar a su tercera alianza con Pontegadea, en una cartera de más de 600 megavatios renovables en España), Iberdrola (en distintos parques eólicos marinos, por ejemplo, y en sus conversaciones para vender proyectos solares en Portugal, según Bloomberg) y Endesa (por ejemplo, ha puesto a la venta el 49% de dos carteras renovables en España -una de ellas, denominado ‘proyecto Ra’).

Endesa e Iberdrola han sido las que más han aumentado su deuda. Endesa lo ha hecho cada año y acumula un incremento del 143% desde 2015; e Iberdrola lo ha hecho un 52%, acumulando incrementos anuales con la excepción de 2020 y la ligera bajada que prevé para este año

Endesa e Iberdrola han sido las eléctricas que más han aumentado su deuda financiera neta en los últimos ocho años. En el caso de la primera, lo ha hecho cada año y acumula un incremento del 143% desde 2015, pasando de 4.323 millones de euros a los 10.493 millones en los que prevé cerrar este año, un pronóstico que, por cierto, mejoraría el dato con el que cerró en los nueve primeros meses: 11.551 millones debido a las inversiones y el pago de dividendo -cuyo principal beneficiario es la energética italiana Enel, dueña del 70,1% del capital-, y la cifra supuso elevar el ratio sobre ebitda de 2 veces a 2,2 veces. Tampoco hay que olvidar que Enel tiene una de las deudas más elevadas entre las eléctricas europeas: de 63.312 millones a septiembre, sólo por detrás de la nacionalizada francesa EDF (64.800 millones hasta junio). Enel cambió de CEO el pasado mayo (salió Francesco Starace y llegó Flavio Cattaneo), pero ha insistido en que eso no alterará nada en Endesa: seguirán controlando el 70,1%… y recibiendo jugosos dividendos por ello, y José Bogas se mantiene como CEO de la filial española. Este último debe conjugar un triángulo algo delicado, formado por la deuda, las inversiones y el dividendo… y lo mejor es que dicho triángulo se parezca mucho más a uno equilátero (tres lados iguales) que a uno isósceles (dos lados iguales) o a uno escaleno (los tres lados distintos).

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En el caso de Iberdrola, el incremento de la deuda ha sido del 52% desde 2015, pasando de 28.067 millones a los 42.661 millones en los que prevé cerrar este año. Todo ello, debido a los incrementos anuales (con la excepción del año 2020, el del Covid-19 y la ligera bajada que estima tener este año frente a los 43.749 millones de 2022). Al cierre de septiembre, se veía que la elevada deuda es uno de los problemas de Ignacio S. Galán, pues ascendía a 47.900 millones. Y ojo, porque Kepler Cheuvreaux pronostica que la deuda de la eléctrica con sede en Bilbao (el PNV prohíbe trasladarla) ascenderá a 44.708 millones.

Por su parte, en el tercer lugar se coloca Naturgy, con un incremento de la deuda del 35%, pasando de los 5.159 millones de 2015 a los 6.989 millones en los que se estima que finalizará este año. En el caso de esta compañía (antes llamada Gas Natural Fenosa) y que lidera Francisco Reynés desde 2018 se ha puesto el foco en reducir la deuda… algo que podría facilitar futuros procesos de venta por parte de los fondos presentes en su capital (CVC, GIP e IFM -los cuales suman un 55,8%-), mientras que su principal accionista es Criteria Caixa (26,7%), unos hipotéticos casos de venta que no se esperan a corto plazo y más cuando el proyecto de escisión (el denominado ‘Proyecto Géminis’) en dos (por un lado, negocio regulado y por otro, el liberalizado), que se anunció dos semanas antes del inicio de la guerra de Ucrania en febrero de 2022 y ahora está en stand by a la espera de mejores condiciones de mercado.

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En el cuarto lugar está Acciona, que a diferencia de las anteriores, sí ha logrado reducir su deuda desde 2015: lo ha hecho en un 28%, pasando de los 15.648 millones a los 11.303 millones en los que se estima que acabará este año. Eso sí, los Entrecanales deben tener cuidado, porque si se cumple este pronóstico, la tendencia de descenso de deuda que mostraba entre 2015 y 2022 habría tenido un punto de inflexión, pasando de los 10.549 millones del año pasado a 11.303 millones.