• Los tres medios económicos publican el mismo día entrevistas al consejero delegado de la energética.
  • Activo 'road show' del Ceo que se alarga este miércoles con más entrevistas a las agencias Europa Press, Efe y Reuters.
  • Nada es poco para levantar la reputación de la compañía, resentida tras el episodio de la deuda y la dimisión y blindaje de Sánchez Ortega.
Santiago Seage es consejero delegado de Abengoa desde hace apenas un mes, en concreto desde el 19 de mayo, pero se ha lanzado a una frenética campaña de comunicación en toda regla para resucitar la imagen corporativa del grupo energético que preside Felipe Benjumea. Nada es casual para explicar este particular road show, si tenemos en cuenta que sustituyó a su anterior en el cargo, Manuel Sánchez Ortega, después de una dimisión por sorpresa tras cinco años en el cargo. Sánchez Ortega justificó su renuncia, como siempre es estos casos, "por razones estrictamente personales", y sigue en Abengoa como consejero, aunque hubo un lío posterior a raíz de su indemnización millonaria, entre 5 y 9 millones, a través un nuevo contrato que no comunicó a la CNMV y que después tuvo que admitir. Seage, que se puso al frente de Abengoa tras renunciar como Ceo de Abengoa Yield, es portada este miércoles de los tres diarios económicos, El Economista ("Nuestro negocio clave será el agua y la energía, pero sin abandonar el biofuel"), Cinco Días ("Abengoa mantiene proyectos valorados en 8.000 millones") y Expansión (Abengoa se compromete a pagar un dividendo del 3%). Se supone que el único pacto es que todas esas entrevistas se publicaran el mismo día. Y el road show sigue para el resto de los medios que quieran aprovechar la información de las entrevistas concedidas a las agencias Efe, Reuters y Europa Press, que trasladaran a todos los medios. En fin, una oportunidad de oro -chapeau- para hablar de las tripas de la empresa, la estrategia del grupo, sus planes en EEUU, la deuda, etc… El primer problema que se encontró el nuevo Ceo la planta termosolar de Solana, en el estado de Arizona, una central inaugurada en 2013 después de tres años de construcción y una inversión de unos 1.500 millones de euros, que no cumple con las expectativas iniciales. Pero en el horizonte late todavía el culebrón que protagonizó la empresa a partir de noviembre de 2014 a raíz de la deuda, indicador singular en el mente cuadrada de los analistas y que a veces de intenta disfrazar con trucos contables, aunque muy legales. Uno de ellos consiste en no contabilizar la deuda de las filiales, como hizo Abengoa, que cargó a su filial Greenfield hasta 1.600 millones de deuda emitida en bonos verdes. Esas dudas, en fin, se tradujeron en vaivenes en la cotización y en el recelo de los inversores. Posteriormente, la empresa reformuló sus cuentas, pero no evitó que saltaran chispas. Rafael Esparza rafael@hispanidad.com