En una democracia moderna se suele hablar de la separación de poderes, definidos desde Montesquieu, como los tres poderes: el Legislativo, el Ejecutivo, y el Judicial. Y los tres deben ser independientes uno de otro.

Lo dicho anteriormente parece una obviedad. ¿Pero se cumple? Si analizamos el devenir del ser humano, antes y después del “establecimiento de la democracia”; podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que no. El hombre siempre ha querido dominar al hombre, y por ello ha atentado desde el principio de los tiempos contra su libertad. Sea con la esclavitud, por la fuerza, o en los tiempos actuales con la manipulación de las masas y el adoctrinamiento ideológico. Y en esto son verdaderos maestros, aquellos que se arrogan conocer lo que piensa el pueblo, y se erigen en defensa de sus libertades. Al final acaban quitándoles hasta las libertades más evidentes, como es el “derecho” de educar a los hijos. Y además, introduciendo a los pueblos en la incultura, la mediocridad y la pobreza.

Por otro lado, el poder acaba teniéndolo una persona; llámese Jefe, Rey, Emperador, “Primer ínter pares” -Primer ministro- , o Presidente de República. Con el consiguiente peligro de que el poder sobre otros, le nuble la inteligencia, resonando en su cabeza de forma más o menos consciente aquellas palabras: “seréis como dioses”. En este caso “serás como Dios”. Lo que hará que surja el Rey absolutista, el Dictador -actualmente los dictadores democráticos- o el Tirano.

Todo lo anterior nos lleva a una conclusión: El poder máximo en el gobierno de los pueblos, lo tiene quien tiene la fuerza; es decir, quien tiene el ejército. Esto es conveniente no olvidarlo. Ponemos dos ejemplos: en una República, como USA o Francia, el comandante en jefe de los ejércitos es el presidente de la República; en una Monarquía parlamentaria, como España, es el Rey. Al que entre sus funciones corresponde: El mando supremo de las fuerzas armadas Art. 62 h) de la CE. Y ese poder lo pueden ejercer sin cortapisas cuando unas circunstancias externas o internas, ponga en peligro la existencia de la propia Nación, o Estado, que conforma el territorio o territorios que debe proteger. Ya que es la máxima autoridad y, quien representa a todo el Pueblo y a su soberanía…asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales,… Art. 56. 1 de la CE.

Y en consecuencia, los poderes Legislativos, Ejecutivo y Judicial tienen una función derivada del poder, que comparten y constreñida cada una de ellas a una función concreta; y por ello están separados entre si y deben ser independientes unos de otros. El legislativo la función de legislar a iniciativa de las Cortes o del Ejecutivo. El ejecutivo, la de administrar, me gusta el nombre que le dan algunas naciones a este órgano: Administración. No el de gobierno, porque lo más importante que hace un ejecutivo es administrar el presupuesto aprobado por las Cámaras. Si no se le aprueba el presupuesto que elabora, no tiene nada que hacer. O bien cerrar la administración como sucede en USA; o dimitir el gobierno como sucede en otras partes. Y por último la administración de Justicia, impartida por los jueces de acuerdo a hacer cumplir las leyes. Y que debe ser totalmente independiente.

¿Pero esto es así? Nos preguntamos. Y hemos de contestar que en España no lo es; con lo cual concluimos que la democracia es muy imperfecta, y en ocasiones solo apariencia. Y todo ello porque no se ha cumplido algo que debía de haber sido sagrado: cumplir y hacer cumplir la Constitución. Se ha manipulado, conculcado, interpretada a conveniencia, abusado en transferencias no adecuadas; en una palabra no se ha realizado su cumplimiento, sino un cumplo y miento.

Pero volvamos al poder real y en última instancia al del Jefe del Estado; y que le otorga nuestra Constitución. Dejando de lado que es el Capitán General de todos los ejércitos, veamos que posibilidades tiene de ejercer la jefatura del Estado, como rey que reina, aunque no gobierna: 

Primero, mediación:

Nuestra Constitución, otorga al rey un papel preferente de mediador, en aquellas cuestiones que por su importancia y repercusión sean internas o externas, afecten al devenir del Reino de España. Art. 56. 1arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones,

Ejemplo: en una cuestión domestica como es la rebeldía del gobierno autónomo de Cataluña y su asamblea legislativa, a cumplir la Constitución y fomentar la sedición de ese territorio del resto del reino. ¿Que mejor mediador que el rey? Ya que el Gobierno de la nación demuestra que es incapaz de hacerse respetar y hacer cumplir la Constitución y las leyes de ella derivadas. ¿Cómo se puede tratar a ese gobierno rebelde, como un igual? Dialogar por supuesto, pero como un igual no. Y además pidiendo un mediador internacional.

Segundo, nombramientos:

Proponer el candidato a Presidente del Gobierno y, en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos previstos en la Constitución. Art. 62 d.

El Gobierno, es el gobierno de su majestad el rey, y por ende, el de todos los españoles; aunque haya sido investido por un partido o por varios (con mayoría absoluta) y, con ese espíritu de unidad y de defensa del interés general debe de gobernar. Si lo hace mal o se ve que va llevar a la nación hacia la pobreza, hacia la división, o a atentar contra la seguridad de la nación como tal. ¿Puede el rey pedirle su dimisión?

En España, el primer presidente de la democracia, el artífice de la Transición, dimitió y fue totalmente democrático.

En España, el presidente del Consejo de Ministros, o presidente del Gobierno, no deja de ser más que un primer ministro y por tanto, uno de los tres poderes, no el único y, tal como refleja la Constitución y en un estado de alarma no puede cerrar el Parlamento o la Justicia, como ha hecho Sánchez, ayudado por la Presidenta del Parlamento o el Consejo del Poder Judicial, eso es prevaricar.

El que encarna el poder total es el Rey, que es el que reina, aunque no gobierna, porque delega su poder en cada uno de los poderes Legislativo, Judicial y Ejecutivo. Esa es una monarquía Parlamentaria y democrática como consagra nuestra Constitución, y por ello todos los que representan a las cúpulas de los tres poderes, tienen que jurar o prometer sus cargos ante el rey, con el compromiso de guardar y hacer guardar la Constitución, con lealtad al Rey.