El coronavirus ha sido un chollo para los jefes de prensa. Por ejemplo, las ruedas de prensa virtuales constituyen una bicoca propagandística que reduce la libertad del periodista por la mejor, por inadvertida, de todas las razones: tecnológicas, formales.

Ejemplo: desde primeros de marzo, los servicios de prensa de Moncloa, dirigidos por Miguel Ángel Oliver, pusieron en marcha lo que luego se convirtió en una profusión de ruedas de prensa, a veces hasta tres al día. Parecía un alarde de transparencia pero era una trampa: no sólo porque no se pudiera repreguntar -tampoco antes, cuando eran presenciales- sino porque, aunque sólo se pudiera formular, sin la presencia física, el ministro, o el banquero, o el futbolista, se burlan del periodista sin el menor asomo de pudor.

Ruedas de prensa virtuales, información a través del correo electrónico, imposibilidad de repreguntar… al final, la “fuente unificada” de José Félix Tezanos

Otrosí: las ruedas de prensa virtuales, la información a través del correo electrónico, la precitada imposibilidad de repreguntar u oponerse, o tan siquiera pedir aclaraciones… al final, la “fuente unificada” del inclito José Félix Tezanos.

La información digital fuerza formatos incompatibles con el periodismo crítico: los poderes están encantados.

Además, al discrepante siempre se le puede acusar de crear bulos, que han pasado a ser todo aquello que no coincide con la información unificada, o sea, con lo políticamente correcto.

La información digital fuerza formatos incompatibles con el periodismo crítico: los poderes están encantados

Sí, la digitalización favorece la mentira. El presidente del Gobierno, por poner un ejemplo, se permitía mentir con el mayor descaro durante el confinamiento, sabedor de que nadie podría replicarle. Verbigracia: el famoso Comité científico que asesoraba al Gobierno, dado que el Gobierno se guiaba por “evidencias científicas”. Pues bien, el tal Comité nunca existió. Los españoles fuimos obligados a hacer lo que decía Sánchez. Y vayan ustedes a reprocharle ahora la mentira: la impunidad de la izquierda tiene mucha historia.

¿Esto es un atentado contra la libertad de prensa? Sí, pero es algo mucho más grave: es una mentira. La mentira, también gracias a la digitalización, se ha hecho legal. Sánchez es sólo un ejemplo, miente de continuo y se queda tan fresco.

Entre otras cosas porque la manera más eficaz de mentir es hablar demasiado. Un torrente de oratoria vacío de contenido, esa es la especialidad de don Pedro Sánchez.

Además, al discrepante se le puede acusar de crear bulos, que ha pasado a ser todo aquello que no coincide con la información unificada, o sea, con lo políticamente correcto

Si no hay roce humano, la información oficial, corporativa o cultural se convierte en una mentira permanente. Y si no hay examen, a ser posible presencial, del político, empresario, sindicalista o pope cultural (El Juan Cruz de Prisa o el locutor de TV, para entendernos), es muy difícil que haya periodismo crítico. Y el periodismo sin crítica no es información: es comunicación, no lo hacen periodistas, lo hacen los propagandistas, también llamados relaciones públicas, hoy comunicadores.

Se me opondrá que en el mundo digital todo se puede comprobar: probablemente, pero recuerden: ¿Cómo ocultar un elefante en la quinta avenida? Llenando la Quinta Avenida de elefantes. La digitalización multiplica la información y el exceso de información conduce, no ya a la opacidad, sino al caos.