El Gobierno de Pedro Sánchez ha puesto de moda, además de otras mil estupideces, tres movimientos: feminismo, ecologismo y animalismo. Los tres tienen en común, no sólo su cristofobia, sino, además, su menosprecio por el hombre, en una curiosa antropología donde la persona es medio -por ejemplo, para salvar al planeta- y no un fin en sí mismo.

Ahora bien, lo bueno del oficio de periodista es que tienes que hablar con mucha gente en privado y asistir a muchos actos públicos. Es una buena manera para palpar la diferencia entre lo que ocurre y lo que los propios periodistas contamos que ocurre. Por lo general, tampoco exageremos, ambas líneas confluyen en una sola o, cuando menos, acaban corriendo paralelas pero próximas.

Pero ahora la situación ha dado un vuelco en España. Ahora no tiene nada que ver lo que el personaje explica cuando tiene una cámara delante de cuando eres tú el que está delante, con bolígrafo pero sin micrófono.

En privado, los personajes públicos ríen de nosotros y nosotras, así como de tontunas como las de “todos, todas y todes”.

En privado la gente más sensata se ríe a gusto de feministos, verdes y veganos

Sencillamente, consideran que estamos perdiendo el sentido del ridículo y que el feminismo imperante no es más que, como afirmara el Papa Francisco, aunque luego rectificara, machismo con faldas.

En privado, los españoles medianamente formados se cachondean de los campeones contra el Cambio Climático y los encasillan en dos bandos: los hay que les creen unos vendedores de crecepelo, pelín exagerados, y otros a los que les parecen unos tiranos que pretenden llevarnos a la caverna pero, en público, todos se muestran entusiastas partidarios de lo políticamente correcto y se apuntan a la lucha contra el más grande de entre los grandes problemas que asolan a la humanidad: Salvemos al planeta-tierra, ¡oh sí!

Animalismo, vegetarianismo, veganismo y demás chorradas, constituyen un buen elemento de chiste y chanza en las tertulias de fin de semana pero, naturalmente, nunca exhibirán los vídeos y memes que les llegan vía redes sociales sino que hablarán del último informe científico sobre la obesidad infantil y del sufrimiento y de la conveniencia de, en su ámbito de cobertura, reducir el sufrimiento animal. Alguno, incluso ha dejado de ir a los toros, especialmente desde que tiene precios tan prohibitivos.

En público, el personal se mesa los cabellos ante el terrorismo machista, planeta herido y las granjas de pollos

Feminismo, ecologismo, animalismo: tres idioteces muy respetadas. Todo el mundo sabe que son memeces, por nadie se atreve a gritar en público que el emperador va desnudo aunque en privado hacen bromas graciosísimas al respecto.

Esto no lo ha inventado Pedro Sánchez, un habitual del tópico, pro lo cierto es que desde que él está en Moncloa, esperemos que por poco tiempo, se han acentuado, perfilado y remarcado las dos Españas: la real y la políticamente correcta.

¿Es pura hipocresía? Algo hay pero, sobre todo, es miedo a ser marginado, un miedo que es más intenso en el poderoso que en el impecune.

La España real y la España políticamente correcta. En muchas ocasiones, confluyen en la misma persona.

En privado, la gente más sensata se ríe a gusto de feministos, verdes y veganos.

En público, el personal se mesa los cabellos ante el terrorismo machista, el planeta herido y las granjas de pollos.