Oficialmente, la lucha en el PP está entre la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría –seis años intentando ser califa en lugar del califa-, y Alberto Núñez Feijóo, el gallego que marcó territorio cuando, en plena batalla política sobre el matrimonio homosexual, se regocijaba en acudir a los homomonios peperos que se celebraban en Galicia. Aquello hechos, presuntamente intrascendentes, se convirtieron en su carné de identidad en la sociedad política nacional: se trata de un amigo de la “diversidad”.

Si el futuro de la derecha española se ubica entre el gallego y la exvice, se perpetuará la superficialidad del Marianismo

Soraya Sáenz de Santamaría, su presunta contraria, aunque en Génova buscan una candidatura única formada por ambos y aprobada en tres semanas, es una mujer tan trabajadora como frívola. Para Sáenz de Santamaría un principio es lo mismo que un proyecto de ley: materia prima de trabajo. Para la ex vice, no existen valores sino objetivos y los hechos no precisan catalogación moral sino, en tal caso, jurídica.

Por eso ha fracasado en Cataluña: para Soraya la ley positiva es la ley natural. No entra en si es justa o injusta.

No se trata de buscar un presidente piadoso sino de uno que respete las esencias cristianas del pueblo español y de la derecha española

Y en estas, un grupo, me temo que reducido, del Partido Popular busca un líder católico para el PP, capaz de regenerar la derecha española. E incluso hay un consenso sobre la características  de ese líder, que no debe estar contaminados ni por el aznarismo ni por el marianismo, ambos de derecha acomplejada y superficial que huyen del juicio moral o juicio de valor. Es decir, huyen de lo que distingue al raciocinio del ser libre llamado hombre.

Ojo, no se trata de buscar un presidente piadoso sino de uno que respete las esencias cristianas del pueblo español.

Y a ser posible, desconocido. Como mucho, con experiencia en ayuntamientos

Se necesita un líder que, como mucho, tenga experiencia en ayuntamientos y que pertenezca a una generación nueva. Como mucho treintañero, sino veinteañero.  

Pero, naturalmente, los veteranos del PP, representados en ese icono juvenil llamado Javier Arenas (60 años). Esto es justo lo que el aparato de Génova, también los jóvenes vicesecretarios, trata de evitar. Quieren un líder de siempre, nominado a toda velocidad, con una candidatura única. O sea, una ‘renovación total’.

Los líderes del actual PP se encuentran ante esa situación: o se suicidan o se enquistan.