Sr. Director: Las sentencias judiciales no siempre cumplen una función docente sobre lo que debemos o no hacer. Por eso, analizando la que ha absuelto a Rita Maestre por su asalto a la capilla de la Complutense, sería un error interpretar que, de imitarla en aquel ejercicio de «libertad de expresión», contaríamos con similar impunidad. Porque esa «libertad» puede costar muy cara practicarla en recintos religiosos no católicos, o en lugares considerados dignos de respeto en el ámbito civil, como son los tribunales de justicia. Imaginemos, por ejemplo, que un grupo de «boys» -de esos tan desinhibidos que actúan en las despedidas de solteras-, decide emular a la Maestre y sus compis para ejercer similar «libertad de expresión», pero manifestándose contra los jueces y la justicia. Y para ello, se introducen a empujones en la sala de un tribunal en plena sesión de un juicio, interrumpiéndolo, despelotándose y quedándose en tanguita, a la par que canturrean ingeniosos e incendiarios pareados sobre lo que les apetecería hacer con los jueces. ¿Obtendrían la misma absolución judicial que doña Rita? Nones. Lo más seguro es que fuesen inmediatamente detenidos y conducidos a los calabozos de los Juzgados; de donde saldrían imputados de varios posibles delitos; y finalmente, condenados. Conviene señalar esto para que nadie se llame a engaño imitando a doña Rita en lugar diferente a una iglesia católica; incluyendo la sala donde celebre sus juicios la comprensiva Sección de la Audiencia Provincial de Madrid que la absolvió. Es lo bueno que tiene la justicia: que es igual para todos, y todas. Miguel Ángel Loma