En Wall Street no se hablaba el martes de otra cosa que del sorprendente rumor llegado desde la Reserva Federal norteamericana. La tribu que coordina Jerome Powell hablaba, no de cuándo bajar los tipos de interés, sino de que a lo mejor ¡hay que subirlos!

Y es que los precios, sobre todo en artículos de primera necesidad y en productos básicos, no sólo no están controlados, en Estados Unidos y en Europa, sino que continúan al alza.

Desconozco cuántos infartos provocó en mercados y cancillerías, el rumor de que el precio del dinero podría ir hacia arriba en lugar de hacia abajo, pero me columbro que más de uno.

El planeta ya se las arreglará solo. Es demasiado grande para que el hombre pueda estropearlo o arreglarlo. El hombre no puede ni destruir el mundo ni recrearlo. A lo único que puede llegar es a destruir al vecino

¿Qué ha ocurrido? Pues, para entendernos: ha ocurrido que la FED, al igual que el Banco Central Europeo (BCE), han fracasado en su lucha contra la inflación a costa de subir el precio del dinero. Sí, esas subidas de los tipos oficiales han servido, por ejemplo, para que una ristra de gobiernos irresponsables, por ejemplo, el español de Pedro Sánchez, aparenten -me temo que sólo eso- preocupación para reducir el déficit fiscal y la deuda pública, pero poco más. Los precios se resisten a bajar y subir el precio del dinero para contrarrestar la inflación se está mostrando como un fracaso. Y esto es, precisamente, lo que más asusta.

La sospecha, desgraciadamente, por el momento sólo sospecha, es que el verdadero culpable de la inflación, y de la burbuja inmobiliaria que está surgiendo en Europa, donde una generación de jóvenes no consigue vivienda y encima los okupas campan a sus anchas en total impunidad... es la ecología.

El dogma verde ha decidido que el hombre debe sacrificarse por el planeta en lugar del planeta por el hombre, que considera que el fin de la economía es salvaguardar el universo, que es algo demasiado grande para que la humanidad pueda influir en él, y que, en resumen, el hombre no debe producir más sino consumir menos.

Por eso crece la inflación y por eso los precios se resisten a las medidas monetarias, porque no es una inflación de demanda grande sino de oferta pequeña. Nos hemos acostumbrado a gestionar presupuestos públicos y empresas privadas bajo la tiranía verde: no produzcas alimentos, ni vestidos, ni viviendas, ni agua, ni electricidad, no vaya a ser que fastidie al planeta. Porque así, no haré otra cosa que producir más caro y vender más caro. Créanme, el carbón nos calentaba mucho mejor y más barato que las placas solares. O como se decía cuando surgió el dogmatismo ecológico, a finales del pasado siglo, y ahora vuelve a escucharse: los ecologistas pretenden que volvamos a la caverna.

La ecología, enemiga de la economía, nos ha llevado a la ruina. Cuanto antes prescindamos de ella y nos dediquemos a producir más, mejor que mejor

El error de Powell, que ha hecho temblar a los mercados, consiste en insistir en que, con medidas monetarias, pueda conjurarse la temida inflación. Ni tan siquiera con medidas monetarias apoyadas por medidas fiscales. Cada día son más los economistas que temen que este IPC no se detenga a costa de subir el precio del dinero sino aumentando la oferta de bienes, productos y servicios, es decir, reindustrializando el mundo.

En su momento, Alfonso Ussía escribió un libro titulado 'Manual del ecologista peñazo'. Deberían reeditarlo.

Resumiendo, la ecología produce inflación... y, de postre, una burbuja inmobiliaria que, en países como España empieza a hacerse peligrosa, tanto como la burbuja inmobiliaria que sufrimos a principios de siglo.

Al tiempo, crece la convicción, más general, más inquietante, de que el dogma verde nos arruina. Contra los precios altos no se lucha con tipos altos, sino con más producción. El planeta se las arregla él solito y, en cualquier caso, arreglarlo es algo que nos supera a los seres humanos: se trata de una magnitud demasiado grande para nosotros, ni tan siquiera podemos vanagloriarnos de ser capaces de estropearlo. El hombre no puede ni destruir el planeta ni recrearlo. A lo único que puede llegar es a destruir al vecino.

Olvide lo verde. La ecología, enemiga de la economía, nos ha llevado a la ruina. Cuanto antes prescindamos de ella y nos dediquemos a producir más para la humanidad, para el bien común, mejor que mejor. Cuanto antes nos volvamos hacia el 'henchid la tierra y sometedla', mejor que mejor.