Sr. Director:

Casi toda la prensa mundial se está cebando de forma satánica contra la Iglesia católica, y muy especialmente contra el Papa Francisco. Un ejemplo muy claro y muy representativo es el diario El País en cuyas páginas un ex, el sr. J. Arias, presenta un panorama desolador de la Iglesia católica. El motivo son los casos de abuso sexual por algunos sacerdotes. No les interesa realmente informar de la realidad, sino aprovechar los casos para atacar, descalificar y condenar a la Iglesia católica, a quien la dan, sino desaparecida sí profundamente escindida. El Papa Francisco es ahora el enemigo abatir; poderosas fuerzas mundiales se han conjurado por todas las formas y con poderosos medios declarar la guerra a la Iglesia en la persona del Papa. Por lo visto ya no es aquel Papa que hacía las delicias de toda la progresía anticatólica que tanto ardor laicista atacaba al Papa emérito, Benedicto XVI, como enaltecía al su sucesor Francisco.

Ya no se trata por lo tanto de la preocupación real por los hechos, que han sido condenados con fuerza y pidiendo el más humilde perdón a todas las víctimas, sino seguir enturbiando el ambiente contra la Iglesia. Solo una ingenuidad rayana en la necedad, puede admitir que los ataques contra la Iglesia católica vayan a detenerse por muchos perdones, súplicas y condenas de los autores de tan execrables acciones, como los formulados en Irlanda con motivo de la Jornada Mundial de la Familia, lo que se pretende por los enemigos de la Iglesia es sembrar lo que han logrado en Irlanda las fuerzas del Nuevo Orden Mundial, sembrar el odio y la mentira contra la Iglesia Católica.

El enemigo a batir es ahora el Papa Francisco por las fuerzas tanto dentro como de fuera de la Iglesia. Pero como decía San Agustín el devenir de la Iglesia católica transcurre entre la persecución de sus enemigos y los consuelos de Dios. La historia demuestra que durante más de 2000 años la Iglesia católica tiene la existencia garantizada: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del Infierno no la derrotarán. La mejor condena de los responsables de crímenes abominables la formuló Jesucristo Dios y Hombre: cuando afirma que al que escandalice a uno de estos pequeños que en mí creen, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!