Sr. Director:

San Juan Bautista, es el más grande de los nacidos de mujer, como afirmó el mismo Jesucristo, Dios y hombre verdadero; desarrolla una gran misión: anunciar el Cordero de Dios que quita le pecado del Mundo, por eso siempre se le representa predicando en el desierto, junto al Jordán, un bautismo de conversión con vestido austero y alimentación parca a base de langosta y miel silvestres. En su vida austera la teoría y la praxis -lo que dice y lo que hace- forman una unidad que le llevarán al martirio cuando denuncia la inmoralidad de los poderosos, hombres y mujeres, que piden su cabeza entregada en bandeja de plata para salvar su ignominia adúltera. Juan Bautista es el profeta apocalíptico del fuego de Dios, poder terrible y que pondrá a cada uno en su sitio, cuando la maldad orgullosa humana de los nuevos déspotas pretende asesinar a Dios y proclamarlo muerto. Juan Bautista es un personaje singular: ni fariseo, ni sacerdote, ni escriba; no está integrado en un grupo religioso-político: esenios o terroristas zelotas, además vive al margen de la espiritualidad del Templo de Jerusalén: vive la espiritualidad del desierto.      

Alejandro Casona, el gran dramaturgo asturiano, nos dejó en su Dama Alma un testimonio singular de cómo se celebraba la noche de San Xuan, en la Asturias profunda y popular, con sus tréboles, sus aguas, sus leyendas, sus ramos y sus ritos, su muerte y su misterio más profundo.

La nueva ideología política basada en el laicismo negativo pretende erradicar como sea: con propaganda, o con el ataque permanente los volares católicos, que han configurado todos los recovecos de la cultura española durante siglos, ridiculizándolos o manipulándolos en su significado para imponer una visión que nada tiene que ver con ellos. Uno de los ejemplos más paradigmáticos de este vaciamiento y anulación nihilista es el nacimiento de San Juan Bautista que tradicionalmente se celebra el 24 de junio, con lo que se demuestra que en la España real, detrás de un festejo popular, siempre hay unas raíces católico-culturales (el 99% de las fiestas de las ciudades, pueblo y aldeas  de España  hunden sus raíces en el culto católico) que son las que el nuevo laicismo  basado en la fobia anticristiana quiere cercenar, para ofrecer como alternativa  esperpentos que harían llorar al gran Valle-Inclán, tan admirador de la gran tradición gallega por española.