Los tres últimos papas (en la imagen tiempo atrás, aunque alguno asegura que el tercero no es Bergoglio), Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco no son tan distintos como parece. Al menos, los tres albergaban en su corazón y en sus mentes un convencimiento común. Podríamos resumirlo así: una religión subjetiva no es más que un capricho privado. Y esta es la clave de lo que hay y de lo que supongo que viene. Juan Pablo II hablaba ya claramente de la batalla final por la razón, inseparable de la fe; Benedicto XVI se refería al relativismo; Francisco ha tomado las ideas anteriores para plasmarlo en eso: no puede haber un dogma variable porque no puede haber un Dios variable ni maleable. Y no sólo eso: quien opte por la religión a la carta, por la subjetividad, acabará en la subjetividad de sus caprichos cambiantes o de los caprichos que le impongan los más fuertes. Continuidad, que le dicen. Hispanidad redaccion@hispanidad.com