En la página 36 de la edición madrileña, una mentecata firma una crónica -nada menos que una página entera- dedicada a una exposición londinense sobre el cantamañanas de Richard Hamilton (en la imagen). Para ilustrar la exposición, cómo no, se ha utilizado uno de los adefesios pitóricos de este grandísimo majadero. Esto es, la gran obra del genial pinchauvas Hamilton (fallecido en 2011 y exaltado por El País en 2012): un plagio de la Anunciación de Fran Angélico, sólo que la Santísima Virgen María ha sido convertida en la foto de una prostituta en cueros mientras el ángel es un mariconzón en cueros pero sin bolas -¿en qué estaría pensando el abrazafarolas de Hamilton?- vaporoso y ligeramente repugnante. Para nuestra mentecata comentarista, Hamilton "reinventó la realidad combinando etilos, géneros y formatos", lo que quiere decir que originalidad por ningún lado, sólo blasfemia y ganas de fastidiar.

La sinceridad de El País, controlado hoy por el lobby gay, queda de manifiesto con el artículo que páginas atrás (en la 29 para ser exactos) publica el formidable filósofo iraní Ramin Jahanbegloo, afincado en Canadá, porque en Teherán no le permitirían decir necedades de este calibre, nos asegura que existe una "doble intolerancia", la de algunos islámicos especialmente fanáticos y la de Occidente, que margina al Islam. Aconseja enseñar más cultura islámica en las escuela europeas, tras lo cual, es seguro que la violencia desaparecería.

Y así entre Hamilton y Jahanbegloo descubrimos la fatalista tendencia al suicidio de la homosexualidad. Esto es la cagadita de los homosexuales, esos pobres chicos marginados, contra la Santísima Virgen en un periódico que se edita en la Europa cristiana. Nadie va a asaltar la redacción de El País y romperle la cara a su director, don Javier Moreno. Eso sí, los bancos españoles mantendrán a flote un grupo quebrado para que pueda seguir blasfemando y para que su líder, Juan Luis Cebrián, todo un progresista, pueda seguir cobrando 8,2 millones de euros anuales. Todo sea por la libertad y la patria laica.

La blasfemia de Hamilton es arte a imitar, lo de Jahanbengloo es fanatismo cristiano a evitar con formación y cultura... islámicas.

Oiga, ¿y qué ocurriría si fuera al revés?: un cuadro sobre Mahoma en bolas y una petición a los islámicos para que dejen de ser tan intolerantes con los cristianos? Pues que sería un periódico reaccionario, incapaz de comprender la libertad religiosa.

Pta: Que no, que el lenguaje de este artículo no es fuerte. Lo fuerte es la canallada de El País.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com