Bautizaron al príncipe Jorge, heredero al trono inglés, tercero en la línea de sucesión. No está claro que llegue a reinar por dos razones: porque la monarquía británica se ha convertido en una empresa -al parecer bien gestionada, pues tiene beneficios- y porque su bisabuela, la Reina Isabel, no alberga ninguna idea de morirse. De hecho, el abuelo de Jorge, Carlos de Inglaterra, ya en edad provecta, se le ha puesto cara de delfín jubilado.

Y el principito Jorge no ha sido bautizado en una iglesia anglicana, sino en Palacio. Primero, porque los bautizos anglicanos no necesitan iglesia y segundo, y más importante, porque le bautizaban ante su bisabuela, la precitada Isabel II, que es la papisa de la Iglesia de Inglaterra.   

Los anglicanos han llevado hasta el acabose el regalismo oriundo de Francia. Es una iglesia oficial, donde el máximo mandatario, desde el rijoso de Enrique VIII, es la corona. Los británicos, con cinismo de cuna, afirman que lo suyo es una iglesia pluralista, no como la católica. Tanto es así, que sus obispos se dividen un bipartidismo equilibrado: están los que creen en Dios y los que no creen.

A partir de ahí, disponemos de todo tipos de banderas: clérigos abortistas y no abortistas, sacerdotes, obispos y obispas, curas normales y curas gays, etc., etc., etc..

¡Cuánto tenemos que aprender del pluralismo británico!

Eulogio López

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