Decía el presidente de gobierno español, Pedro Sánchez, que hay que estar al lado correcto de la historia. Sic. Para ser un anti-sistema que ha hecho saltar por los aires la división de los poderes, gobernar sin el Parlamento, bloquear España desde hace 3 años sin presupuestos (PGE), hacer lo contrario de lo prometido, dividir el país en dos bandos, incitar una guerra civil emocional,   convertir La Moncloa en un paraíso fiscal y Waterloo en la sede del gobierno,  impedir que el fiscal general dimita pese a ser juzgado, boicotear La Vuelta España 2025, estar inmerso en múltiple corrupción y recurrir a tretas para desviar la atención, no está mal. De momento lo que ha demostrado el “genitivo saxo-sanchista” es estar como mínimo en el lado corrupto de la historia. 

España además, en boca de Sánchez, se pone al lado bueno de la historia pero con los terroristas  de Bildu, Hamas, Irán, las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua (el grupo de Puebla y el Cartel de los Soles),  la negativa a la defensa de la OTAN y de callar otros pogromos. 

Parece también que la “flotilla de la libertad” que sustenta Sánchez (presuntamente financiada por Hamas) y acompaña un buque de la Armada española,  ha puesto en peligro el plan de paz en Oriente Medio por entrar descaradamente en aguas de exclusión buscando enfrentarse a la Navy israelí. A ver cómo se justifica nuestro “estadista” ante la historia.

El lado correcto de la historia le ha llevado a falsear unas primarias y al parecer las últimas generales por medio de Indra, negociar en Suiza con golpistas el futuro de la democracia española, así como a crear conflictos diplomáticos con varios países, entre ellos nada más y nada menos con los EEUU de Donald Trump.  Alzamos la voz contra la invasión de Rusia en Ucrania, pero la España social-comunista compra gas ruso para financiar la guerra invasora de Putin que cuesta muchas más vidas que en la franja de Gaza. A ver cuántas flotillas con la Armada española ponen rumbo a  Odessa o el Dombás en el Mar Negro que hagan historia. Normal que Trump se burle de Sánchez y de su pretendido legado histórico del río hasta el mar aprovechando que el Mississipi pasa por Valladolid. 

El lado correcto de la historia tampoco puede ser cuando la UE y la OTAN -como acusa la administración en Washington-  se obcecan en el inmovilismo por los graves problemas que acucian el viejo continente: tres años de guerra rusa en Ucrania, la ola masiva de migrantes islámicos (cuyos radicales abogan por destruir el cristianismo e implantar la sharia), los otros genocidios que no interesan salvo Gaza,  la incompetencia de resolver los desafíos, las políticas woke, deslocalizar a China el suministro de componentes estratégicos como hicimos con la pandemia y el gas ruso,  la opresión de los valores cristianos por dejar paso a la invasión de cultos islámicos sin poner verdadera atención a  la defensa de la seguridad nacional, salir de la crisis para mantener la esencia del Estado de bienestar,  mientras perdemos competitividad y somos incapaces de hablar con una sola voz.

El lado correcto de la historia nos ha llevado a tanto despilfarro público que nos ha abocado a unos niveles de deuda pública que degradan los servicios e infraestructuras básicas, e impiden disponer de recursos para afrontar todos los retos del futuro. El Congreso, la Comisión Europea, la Eurocámara, la OTAN, la ONU, las Fuerzas Desarmadas, las ONGs, los partidos políticos, los sindicatos, la prensa etc parecen haberse vuelto en actores inútiles que ni resuelven desde hace décadas los conflictos y los problemas globales, ni contribuyen a la estabilidad democrática ante el abuso de la paciencia ciudadana. A lo que no renuncian es a entregar subvenciones y subir los impuestos a los contribuyentes sin contraprestaciones equitativas.

En el lado correcto de la historia parece estar tomando posición países como China, que con sus sigilosos pasitos  se está comiendo el pastel y  erigiendo en una nueva  potencia global: política, económica, cultural, tecnológica y diplomática. El antropocentrismo occidental se ha alterado por un doble péndulo: un epicentro asiático y una Cruzada musulmana. España más que detener ese giro, acelera la descomposición.  

Prueba de ello: aún esperamos que los pacifistas “Kinderbuenos” de España y del resto de Europa se expongan con la misma vehemencia en el lado correcto de la historia ante conflictos como: la masacre de cristianos en Siria (con la foto del Rey Felipe junto a su presidente Ahmad Al-Shara),  la crisis humanitaria en el Sudán o Myanmar —cuya democracia ha sido usurpada por una junta militar sumiendo el país en una guerra civil con miles de refugiados. Pero también en Haití, Armenia y Azerbaiyán o el Sahel, con los golpes de Estado en países como Burkina Faso, Mali y Níger, habiendo debilitado la capacidad de respuesta de los gobiernos (locales y occidentales) y permitiendo el avance de las insurgencias. 

Que se sepa la ONU no alza la misma voz ni mueve las conciencias populares salvo en focos muy mediáticos, ni manda flotillas con activistas guatequeros a bordo. Normal que  poderes atlánticos cuestionen seguir financiando una Sociedad de Naciones que solo engulle dinero, burocracia y malgasta tiempo. Tampoco se queda corto el presidente Sánchez –probablemente en el más descarado de la historia–  que para  camuflar tanta pestilencia doméstica en la familia, el partido, el gobierno y las instituciones se autoproclama aspirante al Premio Nobel de la Paz. A Trump le ha salido un competidor. 

En Oslo seguro que no pasan por alto que el gobierno sanchista financia todavía hoy  las matanzas de Moscú en tierras ucranianas con las opacas compras  desde hace 3 años de gas, diesel y petróleo rusos. Mención aparte tiene la defensa de dictaduras latinoamericanas a través de la compra de hidrocarburos del régimen venezolano de Maduro y la presunta financiación ilegal tanto del PSOE como de la Internacional Socialista. Los Ceausescu españoles van camino de entrar en los anales de historia y editar una enciclopedia propia, pero no precisamente por  las causas más nobles y correctas de la historia, sino por borrar los metadatos de sus móviles y mails siendo tan inocentes como dicen.