Sr. Director:
Como su primo el ratón, Florentino Pérez está dispuesto a colocar bajo las esponjosas almohadas ergonómicas de sus damas de tablao, una prima millonaria como juez y parte del suculento pastel de queso, que pudiera comerse, por dejarse la dentadura en el tablero de juego.

 

El diente de la Liga y la muela de la Champions pudieran verse recompensados versus números de vértigo que tirarían de la cama a más de un millón cien mil ciudadanos del país de las maravillas. En el juego como en el amor, la traición por ganar salta a la vista en cuanto se  avaricia la conquista. La unidad se dimensiona y polariza cuando el exceso predomina y viene además precedido por un siempre tener o un sobra demasiado.

La meta a veces propicia el ansia de llegar y su cometido triunfo derrota a menudos de como llegar a ella consiguiéndola taloneando la chequera. Quien tiene puede dar y enriquecer la insuficiencia, pero añadir a lo rebosado empobrece al sentido común. La plenitud dineraria de nuestro fútbol lo está convirtiendo en una mezcla de apuesta de poder saldado en espectáculo y con sueldos de ciencia ficción para soldados de carne y hueso que cada vez pisan menos el suelo.

El sacrificio siempre tiene recompensa pero algo falla en las reglas del juego, el límite no siempre priva la libertad sino que incluso pudiera moderar y valorar su sino. El precio al mejor postor hace subastar aunque se tenga de tó y no valga pa ná.

Todo tiene precio, en este caso el futbolista profesional debiera pasar su estancia en el complejo negocio del fútbol en régimen de todo incluido. Si el primo del cheque prima el tío del balón prima en valentía.

Oscar Molero Espinosa