En principio, la petición de la Fiscalía para que se reduzca la autoridad del primer ministro israelí, Ehud Olmert, no tiene que ver con el cese-dimisión del Jefe del Estado Mayor israelí, general Dan Halutz, pero las coincidencias en el tiempo nunca son buenas.

Para buena parte de la sociedad israelí y aún más para la comunidad judía mundial, Olmert ha hecho que Israel pierda su primera guerra en el Líbano. O al menos que no la haya ganado, y dada la condición del Estado hebreo desde su fundación, en 1948, no ganar es perder.

En este momento, el premier israelí se enfrenta a tres retos: la posible alianza entre suníes y chiíes, ancestral en el Islam, el mejor arma de Occidente, y que, a pesar de la ejecución de Sadam Hussein, podría plantearse. Esa es la unión de fondo de la también posible, y más visible, alianza entre Siria, Iraq e Irán (y de propina el bolivariano Hugo Chávez con todo el populismo hispano detrás). Una alianza que viene al pelo, pues el antisemitismo ha rebrotado en el mundo tras la espectacular operación de propaganda global de la guerra del Líbano.

El segundo reto de Olmert es Hezbolá, ese nuevo tipo de guerra, de corte terrorista, que el Ejército israelí todavía no sabe cómo combatir. Cuando hay que luchar contra misiles lanzado desde motocicletas y motocarros, los carros blindaos y los F-1 sirven para muy poco. Hezbolá ha inventado la guerrilla terrorista, justo cuando la evolución tecnológica del mercado armamentista así se lo aconseja.

El tercer reto, el más importante, es el futuro arsenal nuclear iraní, un país radical y fundamentalista, que utiliza el petróleo y el gas- como arma y que está regido por unos ayatolás enloquecidos y un presidente semianalfabeto convertido en héroe de multitudes.

Total. Israel vive en estos momentos en estado de shock y cuando Israel entra en esa situación cualquier cosa es posible, porque está luchando por su supervivencia. Además, a nadie se le oculta que cualquier respuesta al reto nuclear iraní supondría la extensión de la guerra a Iraq, es decir, que intervendría la potencia ocupante, Estados Unidos.

La publicación del Sunday Times sobre el hecho de que Israel preparaba un ataque contra las bases nucleares de Irán no es la exclusiva: la exclusiva estriba en la alusión a una posible utilización por Israel de armas nucleares de alcance limitado. El asunto tiene su lógica pero también su contradicción. Tiene su lógica porque no es posible destruir las instalaciones iraníes de la misma manera que se destruyeron los reactores nucleares iraquíes en 1981. La tecnología y el método de fabricación ha cambiado mucho : se ha enterrado, se han diseminado en distintas planas de producción, etc. Por eso, el Sunday habla de bombas atómicas de alcance limitado. Ahora bien, una bomba atómica de alcance limitado es una contradicción en sus propios términos. Lo cierto es que ni los israelíes (que ni tan siquiera reconocen poseer armamento nuclear) ni nadie es capaz de controlar la fusión nuclear. Si lo supiéramos, ya se habría desarrollado con fines pacíficos para producir electricidad limpia e inagotable. Podemos lanzar un misil atómico, pero ni sabemos controlarlo ni podemos predecir sus efectos. Bombardear Irán con bombas nucleares es abrir todas las opciones bélicas inventadas por el hombre, incluida la destrucción global.

Ahora mismo la pregunta pude formularse así: ¿es Olmert el hombre capaz de hacer frente a estos tres retos? Y la segunda: ¿hay alguien empeñado en que fracase en el intento? ¿Quién de ustedes se extrañaría si Olmert sufriera un atentado como ya le ocurriera a Isaac Rabin?

Eulogio López