Nadie sabe quién es Centaurus Alpha, pero sí que opera desde un paraíso fiscal y que no es un fondo de capital riesgo, sino un fondo de alto riesgo, que es distinto. Por ahora, ha entrado en Terra, Aldeasa y Recoletos. Con la llegada del PSOE, la persecución del fraude fiscal con origen en paraísos fiscales se ha reducido a cero. La obsesión de Zapatero por controlar las empresa privatizadas por el PP favorece la actividad de los hedges funds.

Nadie sabe quién es Centauros Alpha pero, por el momento, ha comprado un 1% de Terra, ha intervenido en la retorcida OPA sobre Aldeasa (4,2%) y ya está en el capital del Grupo Recoletos, empresa que pretenden comprar sus accionistas.

Nadie lo sabe, porque Centaurus Alpha, aunque se presenta como una empresa de especial riesgo (ya saben: poco capital y ningún riesgo), lo cierto es que es un fondo de alto riesgo, un hedge fund, un instrumento estrictamente especulativo, siempre movido por las estrategias que en los mercados financieros denominan event driven, un térmico que podríamos traducir como conducción de acontecimientos, expresión que no dice nada, pero cuya traducción real sería el aprovechamiento de operaciones corporativas (OPAs, fusiones, etc) para intervenir y obtener ganancias rápidas. Aunque la casuística es muy amplia, podríamos decir que estos fondos tratan de arbitrar en el mercado en toda operación de resultado incierto. Así, por ejemplo, si el precio de compra de la OPA es muy superior al precio de cotización, el Centaurus de turno compra y se pone largo, y si es al revés pueden vender a futuro acciones de la opada y comprarla más adelante.

Especulación total. Generalmente, lo que hacen perjudica al opador, obligándole a elevar el precio, o al opado, precipitando la operación. Lo más habitual es que no trabajan con fondos propios sino a crédito.

Centaurus radica en el paraíso fiscal de las Islas Caimán, lo que significa que el Gobierno Socialista de Rodríguez Zapatero le ha beneficiado por una doble vía. En primer lugar, porque la llegada del PSOE al poder ha servido para paralizar todas las operaciones contra los paraísos fiscales, a quienes ni tan siquiera se menciona en el recientemente aprobado Plan de Lucha Contra el Fraude Fiscal. Un paraíso fiscal no sólo exime de impuestos; exime, sobre todo, de publicidad. No es que el PP declarara la guerra a los paraísos fiscales, ni mucho menos, pero el abandono de la inspección contra los agentes económicos que operan desde estos peligrosos reductos de impunidad es total desde que el PSOE llegara al poder. Inspectores de Hacienda comentan a Hispanidad que a nadie, en la Agencia Tributaria regida por Miguel Ángel Fernández Ordóñez, le preocupa seguir la pista al dinero procedente de paraísos fiscales. No olvidemos, además, que Gibraltar, a quien el Gobierno Zapatero ha reconocido soberanía es, asimismo, un paraíso fiscal, y que incluso el BBVA se ha visto obligado a prometer, como norma de buen gobierno corporativo, que abandonará hasta el mínimo posible la Roca como de de sus compañías.

La segunda forma con la que el PSOE ha beneficiado, indirectamente, a Centaurus Alpha ha sido su ingerencia en el caso Aldeasa, una operación financiera en la que la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, se ha empeñado en decidir desde su despacho y que ha provocado que el Partido Popular haya exigido una investigación. Al rebufo de las tres OPAs sobre Aldeasa, Centaurus Alpha ha decidido intervenir.

En Recoletos, el objetivo es otro. Con la ayuda de su sobrina, la presidenta de Banesto, Ana Patricia Botín, Jaime Castellanos y un grupo de directivos se han hecho con el control de la entidad. Mejor, se harán con el control si se lo permite la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que ve muchos puntos oscuros en la operación. Pues bien, Centaurus está dispuesto a ganar dinero obligando a los compradores a aportar más fondos, lo cual, por otra parte, resulta, cuando menos, comprensible.

Finalmente, Terra, la filial de Telefónica, llamada a ser absorbida o vendida. El futuro de Terra es incierto. Por tanto, Centaurus invierte. 

Y también invierte cuando no está clara la actitud de los reguladores públicos, sean de telecomunicaciones, de energía, de banca o de mercado de valores, ante cualquier operación corporativa, o cuando existe un proceso de privatización cuestionado, o cuando los partidos políticos se enfrentan a costa de las empresas, o cuando el Gobierno pretende manipular los órganos de gestión de compañías privadas.

Por todo ello, los hedges funds comienzan a mirar a España como tierra de promisión. La indefinición reguladora, así como la obsesión de Zapatero por controlar las grandes empresas, constituye terreno abonado para este tipo de entidades, que nada tienen que ver con el capital riesgo. Por otra parte, al operar desde paraísos fiscales, no sólo se puede especular, también es posible practicar venganzas financieras sin dejar rastros de la autoría.