En Madrid se hacen apuestas. ¿A quién odia más la izquierda capitalina: a Aznar o al anterior alcalde, asimismo del Partido Popular, José María Álvarez del Manzano? La solución es sencilla, porque se trata de odio africano, preñado de rencor, incapaz de reconocer ni la menor virtud en el objeto de su aversión. Ni a uno ni a otro quieren verles jubilados, sino aplastados, aniquilados, humillados. Ahora entiendo dónde radica la humildad de Zapatero: en ver humillado a sus adversarios. No los quiere vencidos: los quiere humillados, borrados del mapa.

Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde Madrid, correligionario y por tanto enemigo de su antecesor en el cargo, no pudo concederle a Manzano, tras 12 años de alcalde de la capital, la Medalla de Honor debido a la oposición del PSOE y de Izquierda Unida. Sí, ya sé que el PP tiene mayoría absoluta en la Casa Consistorial, pero era una buena excusa para evitarse el mal trago de premiar a su colega. Gallardón es un hombre de ideas abiertas.

En cualquier caso, ¿cuál era la coartada de la izquierda para negarle el galardón a Manzano? Pues, muy sencillo, que en una reciente entrevista periodística, Manzano había dicho que los que habían votado al PSOE (las palabras fueron "cambiado su voto") por el atentado del 11-M le habían dado la razón a los terroristas.

¡Inadmisible! Estamos hablando de 3 millones de votos, que el PSOE ganó tras el 11-M, al menos si los comparamos con las elecciones de 2000. 

Y es que el problema de la verdad es que no tiene remedio.

Y este no es el mayor riesgo de estos odios de la izquierda victoriosa en las elecciones del 14-M. No, el riesgo más peligroso consiste en cargarse el Estado de Derecho. No es broma. 

Verán. El socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, más conocido como "Rasputín", ha sido el primero en darse cuenta de la derivada que tenía la tabernaria actitud de sus colegas del Tripartito (no sé si lo he dicho antes, pero uno de los problemas del nuevo presidente, Rodríguez Zapatero, es que nadie le hace caso en su Partido, con la excepción del aparato más próximo; especialmente, nadie le hace caso en Cataluña).

Pues bien, el Gobierno Tripartito catalán, secundado por nacionalistas vascos y regionalistas canarios, ha decidido no aplicar (es decir, incumplir) la Ley Orgánica de Calidad Educativa (LOCE). En primer lugar, porque no les gusta y, en segundo lugar, por el ansia de hacer tabla rasa de todo lo promulgado, hecho, inventado o planeado por el Gobierno Aznar.

Ahora bien, Rasputín se ha dado cuenta de que se ha acabado el momento de burlarse de la ley, aunque sea una ley promulgada por sus adversarios, porque eso crea hábito, puro vicio, y ahora gobiernan ellos, y claro, sólo faltaba que la oposición comenzara también a burlarse de la ley. Y la diferencia es clara: antes las leyes las promulgaba la derecha, pero ahora las promulga la izquierda. No es comparable.

En la oposición era el momento de predicar desobediencia civil; en el Gobierno hay que apelar al Estado de Derecho donde todos están sometidos a la ley. Anda que no es listo, Rasputín. Por eso, ante el sesgo que adoptaban sus correligionarios catalanes, ha lanzado otro de sus brillantes sofismas: El Tripartito –ha explicado- no ha realizado ningún acto administrativo, sólo ha tomado una posición.

¿Comprenden? Está clarísimo: si yo no aplico la ley que no me gusta, no la estoy incumpliendo: simplemente, adopto una posición. Y quien quiera aprender que vaya Salamanca.

La verdad no tiene remedio, pero la legalidad sí: pregúntenle a Rasputín.

                                                                               

                                                   Eulogio López