A pesar de que British Airways, en versión políticamente correcta continúa exigiendo a su azafata Nadia Eweida, que oculte la cadena con crucifijo que lleva colgada al cuello, el Gobierno de Tony Blair considera que la trabajadora de la antigua aerolínea de bandera británica tiene todo el derecho a llevar la cruz. La dirección insiste en que la prohibición se debe a que la cruz, de reducidas dimensiones, atenta contra las normas de indumentaria de la compañía, aunque todo el mundo es consciente de que British Airways tiene pavor a los atentados islámicos en sus aeronaves. Para la prensa británica, este tipo de gestos no sólo reducen la libertad religiosa, sino que, además, no impedirá ningún atentado.

El debate sobre los derecho de la minoría islámica en el Reino Unido ha alcanzado su apogeo. Por vez primera, conservadores y laboristas están de cuerdo en algo : en la necesidad de pararles los pies a los musulmanes. Jack Straw, líder laborista en la Cámara de los Comunes soportó ayer un abucheo de musulmanes tras proponer que se obligue a las mujeres a quitarse el velo en reuniones privadas, y ha recibido el apoyo del líder conservador David Cameron, quien ha escrito sobre la hipersensibilidad de la comunidad musulmana a la hora de defender sus derechos y su negativa a entablar debate, así como a aplicar una mínima reciprocidad en aquellos países que controlan. Cameron acusó a los islámicos de crear una sociedad cerrada dentro de unas sociedad abierta.

Si hemos de hacer caso a las encuestas rápidas, la sociedad británica comienza a enfadarse con una comunidad islámica que pretende imponer sus hábitos en Inglaterra mientras a una azafata se la sanciona por llevar una pequeña cruz en el cuello.

En España, la imposición de menús islámicos en colegio con una minoría de niños musulmanes, es la punta de lanza de una actitud agresiva de los creyentes de Alá. En Alemania, la canciller Angela Merkel ha centrado su lucha en la petición de reciprocidad en los países islámicos, en algunos de los cuales, como Arabia Saudí, la simple posesión de una Biblia puede ser causa de condena a tortura y/o muerte.