Lo preocupante no es que se trate de una nueva ola de atentados islámicos o anarquistas. Lo preocupante es que alguien con un par de ollas y unos clavos puede asesinar a inocentes que habían acudido a ver una carrera.

Y también preocupa que cualquiera pueda echar mano de un veneno para asesinar al presidente de los Estados Nidos, a un congresista o al portero de la Casa Blanca. Al parecer, asesinar se ha vuelto algo sencillo.

Es terrorismo es de baja intensidad si lo comparamos con el 11-S estadounidenses o con el 11-M español, pero ya cuenta con intensidad suficiente para provocar lo que pretende: el terror.

Y lo peor es que descubramos que el atentado de Boston no tiene nada que ver con una idea, ideología o secta sino con el odio que parece cundir en el mundo con cualquiera que no soporte a quien posee poder, influencia o riqueza, sea el presidente Obama o cualquier ciudadano norteamericano, incluido un chaval de ocho años.

Es el odio al superior, lo que siempre llamábamos envidia. Pero no poníamos bombas al envidiado.

Eulogio López

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