Como informamos, El País actuó de indicador adelantado. Los nacionalistas pidieron la cabeza de Vázquez, Bono e Ibarra y el regreso a la Generalitat. Ibarra permanece agazapado, aunque los históricos calientan motores en silencio. Montilla se opone a entregar el Gobierno catalán a CiU. Gallardón utilizará la salida de Bono para presionar a Rajoy con la amenaza de sumarse a un nuevo proyecto político

Como ya informamos, el pasado martes, El País contaba en portada que el ministro de Defensa, José Bono pretendía recortar la cifra de oficiales para adecuarla a la nueva dimensión del Ejército español. La noticia, como es lógico, había encabronado al estamento militar que veía recortadas sus posibilidades de ascenso. No tengo nada que decir, señalaba un Bono desabrido tras el desayuno informativo con la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez. La noticia, obviamente, no era suya, sino una de esas ya acostumbradas malintencionadas de Polanco. Tres días más tarde se produce su cese disfrazado de baja voluntaria.

Segunda cabeza en bandeja de plata. Aunque esta vez ha habido que retorcer el pulso a quien no había manifestado ninguna voluntad de marcharse. El caso de Paco Vázquez era más fácil. Su salida era forzada por los nacionalistas porque había afirmado aquello de que el Estatut le producía urticaria. Pero Vázquez los problemas de corrupción de La Coruña estaban a punto de estallar y Vázquez tenía muchas dificultades para revalidar la mayoría absoluta. Además, el Vaticano siempre es un buen destino, aunque no sea estación termini, como afirma el interesado.

Pero Bono no tenía donde ir. Haber pastoreado el manifiesto de los castellanomanchegos contra el Estatut de la mano del PP resultaba intolerable. Y Bono llevaba tiempo sin afirmar aquello que dijera a Hispanidad no existe nadie que le niegue nada al ministro de Defensa. Cabizbajo, empezaba a dar muestras de que sus posibilidades presidenciales comenzaban a menguar. Y Defensa le empezaba a incomodar. Al fin y al cabo ya dijo que el era patriota pero no de loj de loj tanquej. La movida a cuenta del castillo de Montijuic ha sido la puntilla. Y el Estatut, el motivo que ha explosionado todo.

En la lista de las cabezas exigidas por Mas se encontraba también la de Ibarra que ha preferido mantenerse agazapado y prefiere no comparecer en un debate televisivo con el líder de los populares extremeños, Carlos Floriano. Pero el punto esencial en el pacto Más-Zapatero es el del gobierno de la Generalitat. Los de CiU dejaron claro que para apoyar al gobierno exigían el peaje de Sant Jaume. Se les olvidó el pequeño detalle de que eso lo deciden los electores, que por cierto, según las encuestas ofrecen 4 puntos más de apoyos a CiU que al PSC.

Y en medio de todo esto, la polémica interna. Maragall sabe que no goza del apoyo del PSC. Pero quizás no sepa que tampoco goza del apoyo del PSOE. Maragall no es socialista, señala a Hispanidad abiertamente el nº 2 de Guerra. Una buena razón para alargar la legislatura hasta el final. Y si ERC se opone al Estatut, las decisiones en el Govern se decidirán por mayoría. Maragall no se ni con agua caliente, a pesar de ser un auténtico bluf en el seno de su partido.

Más delicado resulta lo de Montilla, con claras aspiraciones a convertirse en molt honorable. Es lo que hemos venido bautizando como operación charnego Montilla no pasa porque el PSOE le regale la Generalitat a CiU y trabajara en este sentido. A todo esto hay que añadir la tensión interna que viven los socialistas históricos liderados por Guerra-González que observan esta deriva nacionalista con preocupación y que pueden utilizar las declaraciones del libro Amedo como forma de romper el partido.

Bono se va por razones personales. En algún momento ha señalado su intención de regresar al hogar donde le espera su mujer y sus hijos. Pero la ambición es la ambición. Sabe que podría liderar el descontento de los históricos. Aunque también sabe que no es fácil recoger ese descontento cuando un partido se encuentra en el gobierno y hay tarta para repartir. Pero pensando en medio plazo, Bono sabe que puede capitalizar la desilusión que ha producido para muchos socialistas la deriva nacionalista de Zapatero. Extremadura, Andalucía y Castilla la Mancha siguen siendo los feudos. Y probablemente un discurso socialista españolista podría tener encaje.

En paralelo, la salida de Bono podría reactivar el proyecto embrionario de crear un nuevo partido con Gallardón. El presidente del PP, Mariano Rajoy le había exigido que arreglara la sucesión de Madrid con Ana Botella para que le nombrara secretario general. Pero ahora no haría falta tanta burocracia. Gallardón utilizará la amenaza de largarse a un nuevo partido como herramienta de presión. Al tiempo.

Por lo demás, en cuanto los nuevos nombramientos, sólo cabe afirmar que Alfredo Pérez Rubalcaba tendrá ahora que fajarse en una difícil cartera como la de Interior. ¡Menos mal que había afirmado su falta de interés por de entrar en el Gobierno! Por su parte, conviene recordar que la nueva ministra de Educación, Mercedes Cabrera, había sido ya nombrada como nº 2 en las listas de Madrid, que está casada con Carlos Arenillas, vicepresidente de la CNMV proveniente del clan de Intermoney, hombre forrado donde los haya. En lo que respecta a Alonso, apartarle de Interior en pleno proceso de negociación con ETA parece claramente un castigo a sus afirmaciones soterradas en contra de la consideración de Cataluña como una nación. Se vuelve a repetir la historia: el que se mueve, no sale en la foto.