La famosa Responsabilidad Social Corporativa de la empresa es lo que siempre se llamó consumo inteligente.

Se llamaba así porque se veía la cuestión desde la perspectiva adecuada: el consumidor, también llamado ciudadano, también llamado pueblo no empelaba su dinero en comprar un producto que le insultaba.

Es insultante para cualquier persona con sentido común que la prensa se haya convertido en el catálogo de la prostitución. Pues bien, hay que premiar a los que lo evitan y prefieren perder dinero antes que contribuir a multiplicar una de las tristezas más pringosas que pueblan la tierra: la prostitución.

En definitiva, hay que castigar con la no-compra a los diarios que se siguen lucrando con tal asqueroso negocio, como El País, El Mundo, ABC o La Vanguardia y comprar aquellos otros que no lo practican y que, además, como me recuerda un lector, obedecen a distintos universos ideológicos: Público, La Razón y La Gaceta.

Por cierto, lo del feminismo de los Polanco y Juan Luis Cebrián, llenándose la faltriquera con el lenocinio tiene su guasa.

Eulogio López

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