¿La ‘verde’ Alemania? Esa es la gran pregunta que viene a la mente cuando se observa su errática política energética. Ahora el gobierno de coalición (formado por el Partido Socialdemócrata de Alemania -SPD-, el Partido Liberal Democrático de Alemania -FDP- y Alianza 90/Los Verdes) que lidera Olaf Scholz subvencionará con 16.000 millones de euros la construcción de nuevas centrales de gas que generen electricidad.

Recuerden que tras cerrar sus últimas tres nucleares el pasado abril, el país germano ha disparado el uso del carbón y del gas, pese a que estos emiten mucho CO2. ¿La ‘verde’ Europa no quería reducir las emisiones? Sin embargo, el aumento en esas fuentes de energía contaminantes no le basta para garantizar su electricidad: necesita 10.000 megavatios (MW) más de ciclos combinados de gas, que también le servirán para ir sustituyendo el carbón (el cual generó el 23% de la electricidad en 2023 y al que espera decir adiós en 2030), y además, dichos ciclos después adaptará a la ruina del hidrógeno verde a partir de 2035.

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No hay que olvidar que Alemania decidió prescindir de la energía nuclear (que genera electricidad sin emitir CO2), en plena crisis energética. Un error que se empezó a gestar en el año 2000, siendo canciller el socialdemócrata Gerhard Schröeder (quien desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania y la guerra se ha convertido en apestado’ por sus vínculos con Rusia -preside la petrolera rusa Rosneft- y su amistad con Vladimir Putin). ¿Casualidad? Si uno recuerda al poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán Friedrich Schiller, quien defendía que las casualidades no existen, parece que no, porque desde el año 2000 Alemania pasó a tener una gran dependencia del gas ruso. La idea de Schröeder de cerrar los 17 reactores alemanes tuvo poco efecto en ese momento, pero la recuperó la democristiana Angela Merkel en 2011, tras el accidente nuclear en la central de Fukushima (Japón), que fue provocado por un terremoto y un tsunami. Y ojo, Merkel lo decidió así, a pesar de que el accidente en Fukushima no causó ninguna muerte por radiactividad y no ha llevado a que Japón abandonara la energía nuclear, sino que la va a impulsar y ha decidido extender la vida útil de sus reactores más allá de los 60 años.

España, tristemente, va por el mismo camino de cometer el mismo error de Alemania. Esperemos que al final se imponga el sentido común y no la ideología verde de Teresa Ribera, quien debería escuchar a Felipe González, y que al final se extienda la vida útil de sus nucleares.