Alemania ha consumado su errática política verde hace dos días. El pasado 15 de abril cerró sus últimas tres centrales nucleares, las cuales producían electricidad sin emitir CO2,... y ha disparado aún más el uso del carbón (que ya fue la energía que más utilizó en 2022) y del gas natural, que emiten muchísimo más CO2. ¡Olé!

Se trata de la crónica de una muerte anunciada, que en un principio estaba prevista para el final de 2022, pero que se retrasó unos meses. Una prórroga con la que no estaba de acuerdo el vicecanciller, ministro de Asuntos Económicos y Acción por el Clima y miembro de Alianza 90/Los Verdes, Robert Habeck, pero al final tragó solo por unos meses... y es que era el propio canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz el que la defendía. Eso sí, quedó claro que los verdes alemanes se parecen en muy poco a los finlandeses, que sí apoyan la nuclear.

Alemania sin energía nuclear

El pasado enero, el ministro de Transportes, el liberal Volker Wissing, reabrió el debate nuclear al pedir que un comité de expertos examinara si debía ampliarse la vida útil de las últimas tres nucleares alemanas más allá de abril, aunque los otros partidos de la coalición no estuvieran dispuestos. Finalmente, se ha consumado el apagón nuclear, pese a la oposición creciente: dos tercios de los alemanes; el presidente de la Cámara del Comercio y la Industria Alemana (DIHK), Peter Adrian; el vicepresidente del grupo parlamentario conservador (CDU/CSU) en el Bundestag, Jens Spahn; y hasta una veintena de científicos que escribieron una carta a Scholz.

El apagón de las 17 nucleares alemanas es un error que se ha consumado ahora, pero que se empezó a gestar hace tiempo: en el año 2000, siendo canciller el socialdemócrata Gerhard Schröeder. Una idea que recuperó la democristiana Angela Merkel en 2011, tras el accidente nuclear en la central de Fukushima (Japón)

Alemania ha decidido prescindir de la energía nuclear en plena crisis energética, pese a que proporciona electricidad sin emitir CO2, de forma estable, garantizando el suministro, y de que es el mejor complemento a las renovables y contribuye a luchar contra el cambio climático, como defienden muchos expertos y científicos. Un error que se ha consumado ahora, pero que se empezó a gestar hace años: en concreto, en el año 2000, siendo canciller el socialdemócrata Gerhard Schröeder (quien desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania y la guerra se ha convertido en apestado’ por sus vínculos con Rusia -preside la petrolera rusa Rosneft- y su amistad con Vladimir Putin). ¿Casualidad? Si uno recuerda al poeta, dramaturgo, filósofo e historiador alemán Friedrich Schiller, quien defendía que las casualidades no existen, parece que no, porque Alemania pasó a tener una gran dependencia del gas ruso. Claro que la idea de Schröeder de cerrar los 17 reactores nucleares alemanes tuvo poco efecto entonces y fue recuperada por la democristiana Angela Merkel en 2011, tras el accidente nuclear en la central de Fukushima (Japón), que fue provocado por un terremoto y un tsunami, no causó ninguna muerte por radiactividad y que no ha llevado a que ese país asiático abandonara dicha energía, sino que la va a impulsar y ha decidido extender la vida útil de sus reactores más allá de los 60 años.

El apagón nuclear alemán es considerado un error incluso por Elon Musk. En una entrevista para el diario alemán Welt refirió que “Alemania no solo no debería cerrar las centrales nucleares, sino que debería reabrir las que están cerradas” y que cerrarlas “es una locura total”.

Dicho cierre que supone impulsar el uso del carbón y del gas natural, y no sólo con la capacidad que tenía de ambas energías, sino con nueva. De hecho, ha llegado a destruir la población de Lützerath para ampliar una mina de carbón y quiere construir entre 17 y 21 gigavatios (GW) de centrales de gas. Además, ante este panorama, se entiende mejor que en su reciente reunión, los ministros de Energía y Medio Ambiente del G7 (Alemania, Canadá, EEUU, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) hayan acordado acelerar el abandono del carbón y otros combustibles fósiles, pero sin fijarse plazo. Pero el adiós nuclear no sólo ha aumentado ya las emisiones de CO2, sino también la necesidad de importar electricidad de otros países.

Esperemos que el Gobierno vea el error que está cometiendo Alemania y rectifique el calendario progresivo de cierre de nuestros reactores, que está fijado entre 2027 y 2035. Y es que no se entiende que la vicepresidenta ecológica, Teresa Ribera, siendo una gran enemiga del CO2 quiera prescindir de una energía que no lo emite. Aún estamos a tiempo de evitar ese error, como señala Alfredo García (más conocido en Twitter como Operador Nuclear), que es ayudante de jefe de turno en la central nuclear de Ascó, tiene licencia de operador de reactor y supervisor, y también es ingeniero de Telecomunicaciones, licenciado en Comunicación Audiovisual y divulgador científico.