La degradación política siempre viene después, sólo después, de la degradación social. El problema de España, con serlo, no es Sánchez: el problema somos los españoles
Tras un lustro -se cumplirá el 1 de junio- con Pedro Sánchez en Moncloa percibo entre las huestes católicas españolas un cierto ambiente de derrota. Y mucho me temo, aunque lo controlo menos, que en toda la Europa cristiana. Es más, el siempre ejemplar mundo hispano parece conquistado por la ideología de género, el nuevo marxismo, quizás más preocupante que el viejo leninismo.
A todo este desánimo ha contribuido un invierno de diarrea legislativa feroz, el más repugnante de las últimas décadas, el de 2023.
La degradación política siempre viene después, sólo después, de la degradación social. El problema de España, con serlo, no es Sánchez: el problema somos los españoles
A saber: nueva ley de aborto, ley trans, Sólo sí es sí, bienestar animal, familias, objeción de conciencia, ataques a la propiedad privada, okupación, marginación expresa de todo lo que huela a cristiano, intensificación de la liberticida campaña de los delitos de odio, acentuación de los premios al vago, la muy preocupante perversión de los niños en los colegios, la persecución fiscal al laborioso, el imperio de la impunidad ambiente guerracivilista y un tufo de corrupción en el Ejecutivo socio-podemita que, encima se permite el lujo no sólo de negarlo todo sino de atacar a quien se atreva a mantener la acusación. Seguro que me olvido algo.
Todo ello ha creado una atmósfera, no ya entre cristianos, sino entre gente, digamos sensata, de que la derrota ante los orcos de Mordor, capitaneados por el rey brujo Pedro, es definitiva.
Los católicos y en general la gente con sentido común, es minoría pero ha crecido en solidez, en coherencia. Esta puede ser la mejor descripción: menos pero más coherentes
Pues no. Primero porque tenemos que darnos cuenta de que los gobiernos no cambian a la sociedad, es la sociedad la que cambia a los gobiernos. La degradación política siempre viene después, sólo después, de la degradación social. El problema de España no es Sánchez, con serlo, el problema somos los españoles.
En cualquier caso, probablemente sí, los españoles hayamos perdido la batalla teórica -las leyes- pero no la práctica... porque ahora el personal empieza a darse cuenta de las consecuencias de tanta barbaridad feminista y de tanta bestialidad de ideología de género.
Los católicos y en general la gente con sentido común, es minoría pero ha crecido en solidez, en coherencia. Esta puede ser la mejor descripción: menos pero más coherentes, tanto en la España católica como en la España sensata.
Luego están los cristianos sin Cristo, una generación criada en el paganismo y que, sin ninguna formación doctrinal adopta y defiende la moralidad cristiana. Algún día, esa generación descubrirá que el árbol necesita raíces y entonces cerrará el círculo
Y este grupo de elegidos, que aborrece al degenerado Sánchez, tampoco confía en la llegada al poder del tibio Partido Popular. Sabe -se trata de una minoría inteligente- que Feijóo, como Aznar y sobre todo al igual que Rajoy, no cambiará nada.
Y sin embargo, algunos, yo mismo, esperamos una resurrección de España, según esas pautas. Y cada día que pasa me topo con más elementos de ese ejército minoritario pero creciente. Crece a ritmo lento en cantidad pero cada día presenta una calidad más acrisolada. Cada día serán más porque son mejores.
Es más, ha nacido un colectivo que yo nunca había conocido, el de cristianos sin Cristo. Se trata de una generación criada en el paganismo y que, sin ninguna formación doctrinal adopta y defiende la moralidad cristiana, aún careciendo de fe cristriana. Algún día, esa generación descubrirá que el árbol necesita raíces y entonces cerrará el círculo.