Con la valentía que no parece ser la seña de identidad de su hermano, el Rey de España, la Infanta Elena, que sin ley sálica habría sido reina de España, acudió acompañada de su hijo Froilán a una eucaristía con su abuelo, SM Juan Carlos I, en el emirato árabe de Abu Dabi, para celebrar el Domingo de Resurrección, la fiesta más importante de todo el calendario litúrgico cristiano. Mientras, la actual Familia Real se fue a ver la pasión viviente en Chinchón más que nada, para solapar su ausencia en la Eucaristía que, cada Domingo de Resurrección reunía, desde hace lustros, a toda la Familia Real, antaño al completo, en la Catedral de Palma de Mallorca. 

Claro que entonces no teníamos una reina cristófoba ni enviábamos a la heredera al Trono a formarse -o desformarse- en el colegio masónico de Gales, para ser exactos el Atlantic College.  

Y Pedro Sánchez vuelve a amenazar al medroso Felipe VI: el Gobierno y sus aliados se ensañarán de nuevo con su padre

En cualquier caso, en Zarzuela aseguran que la re-visita a España de Juan Carlos I es viaje privado. Pues no, se trata de un viaje público y muy público, precedido, además, por una invitación a almorzar realizada por el rey de Inglaterra, Carlos III. Curioso, porque al soberano británico, a cuya boda con Lady Diana Spencer se negó a acudir Juan Carlos I, dado que el viaje de luna de miel de la pareja pasaba por Gibraltar, parece importarle muy poco que la cortesana Corinna Larsen haya sentado en Londres su centro de operaciones para demandar a Juan Carlos I, utilizando una fortuna que consiguió gracias a su cercanía con el entonces Rey de España. En cualquier caso, Carlos III del Reino Unido de la Gran Bretaña parece no albergar el menor temor a que uno de sus invitados personales sea detenido por la policía británica.

Pero en España no ocurre lo mismo. El medroso monarca Felipe VI insta, a través de sus terminales informativos, más o menos controlados por el jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín Alfonso, otro hombre fuerte, que se refieran al periplo de su padre como un viaje particular y que, si para en Sanxenxo, debe ser considerado un a modo de transbordo de placer, para presenciar unas regatas y tomar unos vinos con los amigos. Y todo esto cuando en agosto se cumplirán tres años de exilio forzoso del Rey en un emirato árabe y casi cuatro años de sujeción de su hijo, el actual jefe del Estado, a un presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Último acto público de Juan Carlos I en Abu Dabi: acudió a una eucaristía, en un emirato árabe, con su hija Elena y su nieto Froilán

La cosa empezó en el momento en que el monarca permitió la nominación de Pedro Sánchez como presidente de un Gobierno de coalición formado con los comunistas de Podemos, algo que sólo ocurría en España desde septiembre de 1936, ya iniciada la Guerra Civil. Entonces, noviembre de 2019, Felipe VI el medroso no se atrevió a poner en marcha la Operación Borrell, tal y como le aconsejara Felipe González. En el momento más trascendental de todo su reinado, le falló el pulso.

En cualquier caso, Pedro Sánchez vuelve a amenazar al medroso Felipe VI: el Gobierno y sus aliados se ensañarán de nuevo con su padre por su nuevo viaje a España. Y lo más grave es que el monarca en ejercicio continúa sin atreverse a enfrentarse a Moncloa. Prefiere ceder y mostrar el mismo desapego por quien abdicó en su favor, por su mismísimo padre, aunque ese desprecio a su progenitor corre el riesgo de remover, no ya la conciencia de muchos españoles, sino su estómago. 

Felipe VI no necesita el apoyo de Sánchez para mantenerse en el Trono pero sí necesita el apoyo de los españoles. Y lo está perdiendo, no por ira sino por aburrimiento

Es igual: Sánchez mantiene secuestrado a SM Felipe VI de España, lo que demuestra que el Jefe del Estado que calló ante el primer gobierno social-comunista de la democracia española seguirá callando, una y otra vez, por más que Sánchez violente, no ya la Constitución, sino la propia democracia o la propia nación.

De todos modos, Pedro Sánchez no derribará la monarquía española, no tiene poder para ello, pero la cobardía de Felipe VI sí puede terminar con ella. Felipe VI no necesita el apoyo de Sánchez para mantenerse en el Trono pero sí necesita el apoyo de los españoles. Y lo está perdiendo, no por ira sino por aburrimiento.