Josep Sánchez Llibre presidente de Foment del Treball Nacional; es decir, de Fomento del Trabajo del Nacional, alias la patronal catalana, para que todos nos entendamos, ha anunciado que en unas semanas va a instalar en la capital de España la sede de una sucursal de Fomento del Trabajo Nacional, que acogerá a una institución denominada Sociedad Barcelonesa de Estudios Económicos y Sociales.

Y dicho el nombre así, sin más, parecería que se trata de un grupo de profesores de la Facultad de Económicas con ganas de ampliar el programa de la asignatura, pero cuando los dirigentes de Fomento del Trabajo Nacional explican los motivos que les han impulsado a poner en marcha esta iniciativa, se van entendiendo mejor las cosas. Esto es lo que dicen:

“Hemos detectado que las empresas catalanas no se sienten muy cercanas con la CEOE (…) Estamos observando que el asociacionismo empresarial es más necesario que nunca y necesita un empuje”. Y concluyen que “han detectado una pérdida de visibilidad que les ha invitado a dar el paso en este momento”. Espabila Garamendi, que te están moviendo la silla...

Y para que usted, querido lector, no sea malpensado e incurra en el error de creer de que todo esto va ser una reunión académica de estilo universitario, los promotores dicen a las claras que la misión de la Sociedad Barcelonesa de Estudios Económicos y Sociales es hacer “lobby”, para conseguir el retorno de las empresas que huyeron de Cataluña hace unos años.

Y confieso que me suena esta película, protagonizada por Josep Sánchez Llibre. Sí, yo ya he visto esta película, la vi ya hace años cuando consulté los archivos de Fomento del Trabajo Nacional para escribir mi tesis doctoral sobre el ministro de Isabel II Pascual Madoz

Y para que no quepa duda de que el “lobby” va a hozar en los terrenos de la política, ya anuncian que el próximo día 20 de febrero se celebrará un acto en el que intervendrán, Jaume Collboni (alcalde de Barcelona), María José Catalá (alcaldesa de Valencia), Jordi Hereu (exalcalde socialista de Barcelona y ministro de Industria y Comercio) y José Luis Martínez-Almeida (alcalde de Madrid). Pero Señor Martínez-Almeida, ¿en qué quedamos…? ¿El amor no le habrá vuelto chaveta, y le ha hecho cambiar los colores del Atleti por los del Barça…?

También han anunciado que la Sociedad Barcelonesa de Estudios Económicos, Sociales, y del “lobby y de los grandes Expresos Europeos y de que si patatín y de que si patatán…”, tendrá un consejo asesor y hasta han dado algunos nombres como los de Iván Redondo, exdirector del Gabinete de la Presidencia con Pedro Sánchez, Alberto Ruiz-Gallardón, que fue de todo en el PP y la periodista Sonsoles Ónega, que de todos los aquí nombrados, sin duda, es la más capacitada para hacer "lobby" y lo que haga falta, porque ha demostrado que vale para presentar programas de televisión, para escribir una novela de tan alta calidad literaria que un imparcial jurado de la editorial Planeta le ha concedido el premio Planeta, y tengo para mí que si un día la nombraran jefa de planta de cirugía cardiovascular de un hospital de la Seguridad Social, va a tener cola de voluntarios dispuestos a dejarse abrir en canal, para que la presunta doctora Sonsoles Ónega les opere a corazón abierto.

Y confieso que me suena esta película, protagonizada por Josep Sánchez Llibre. Sí, yo ya he visto esta película, la vi ya hace años cuando consulté los archivos de Fomento del Trabajo Nacional para escribir mi tesis doctoral sobre el ministro de Isabel II Pascual Madoz (1805-1870). En estos archivos además de la correspondencia de esta institución con los diputados por Cataluña del siglo XIX, se conservan las actas de las agrupaciones de los industriales catalanes que desde 1771 se unieron primero en la Real Compañía de Hilados, después cambiaron su nombre por el de Comisión de Fábricas en 1820, y se renombraron como Junta de Fábricas en 1847, institución que dio origen a Fomento del Trabajo Nacional en 1889.

Los fabricantes catalanes se unieron para hacer “lobby” al Gobierno con el fin de que estableciera unos aranceles para las telas inglesas

El problema de la incipiente industria textil catalana, a mediados del siglo XIX, se debatía entre estas dos palabras: librecambismo y proteccionismo; o se permite la libre circulación de todos los productos en el mercado (librecambismo) o a unas mercancías se las deja circular con libertad y a otras se les ponen barreras -aranceles los llamaron los proteccionistas- que tenían que pagar los importadores y se lo repercutían al comprador, al aumentar su precio de venta y de este  modo se desviaba la demanda hacía otros productos similares pero con un precio menor.

Sucedía que los rudos campesinos del resto de España tenían la manía de comprar las telas inglesas, porque eran mejores y más baratas que las que salían de los telares catalanes, ya que los ingleses les llevaban unos cuantos años de ventaja en su fabricación y habían aprendido a hacerlo mejor. Así es que los fabricantes catalanes se unieron para hacer “lobby” al Gobierno con el fin de que estableciera unos aranceles para las telas inglesas, que entraban en España, lo suficiente elevados para que al aumentar su precio en el mercado se les quitaran las ganas de comprarlas a los rudos campesinos y se vieran obligados a vestirse con paños catalanes.

El encargado de hacer “lobby” en el Congreso de los diputados a favor de los fabricantes catalanes fue Pascual Madoz. Este político era de origen navarro y, en 1835, comenzó el ascenso de su carrera política en Barcelona, arremetiendo contra la iglesia desde las páginas del periódico del partido progresista, El Catalán, del que Pascual Madoz era el director.

Se entiende que un personaje como Pascual Madoz, que tenía en más valor los intereses económicos de los fabricantes catalanes que 16 vidas humanas, se ganara la confianza de la Comisión de Fábricas

El 2 de mayo de 1835, El Catalán publicaba unas coplillas en ripios, en las que a continuación de dar vivas al motín, y para que encajara la rima, anunciaba que se iba armar la de San Quintín. Consideraba Madoz en sus coplillas ripiosas que la victoria sobre los carlistas era una cuestión secundaria, —“Guerra en los montes es mucho afán,/ sobran soldados en el Baztán” decía en dos de esos ripios— ante la urgencia de hacer la revolución: “Antes el cuello caiga a cercén/ del indefenso fraile mostén”. Y de acuerdo con lo anunciado, los revolucionarios se concentraron en la plaza de toros de la Barceloneta, donde se celebraba una corrida el día de Santiago. El último toro de la ganadería de Zalduendo le debió parecer manso al respetable y los sicarios del partido progresista decidieron arrastrarlo por las calles de Barcelona con la intención de quemarlo, para lo que utilizaron las puertas del convento de los carmelitas y después del toro quemaron el convento, y a continuación de este convento otro convento… En conclusión, la tarde del día 25 de julio de 1835 ardieron en Barcelona los conventos de San Francisco, el de los trinitarios descalzos, el de San José, el de los agustinos calzados, el de carmelitas calzados, el de Santa Catalina y fueron asesinados 16 religiosos.

Por su parte, Pascual Madoz interpretaba de este modo los sucesos del día de Santiago en El Catalán cinco días después:

“La opinión pública —escribía Madoz— estaba predispuesta contra los regulares, que el pueblo miraba como el foco de rebelión, y en un momento de exaltación inocente, en una diversión pública, esta exaltación se desvió de su primitivo objeto y se manifestó hostil a los conventos, haciendo desaparecer a los moradores en una noche. Son de lamentar, por cierto, algunas desgracias, pero la cordura de las autoridades, ejército y milicia previno otras mayores. Si desgraciadamente se ha derramado sangre española, debemos al mismo tiempo congratularnos de que el pueblo haya respetado las propiedades y las personas de los particulares sin distinción de opiniones”.

Se entiende que un personaje como Pascual Madoz, que tenía en más valor los intereses económicos de los fabricantes catalanes que 16 vidas humanas, se ganara la confianza de la Comisión de Fábricas. Por eso, cuando fue elegido diputado en diciembre de 1846, le dirigieron una carta en la que se podía leer los siguiente:

“La Comisión de Fábricas confía que, animado hoy de igual celo, sostendrá vigorosamente, ya en el seno del Congreso, ya en cualquier otra ocasión, los intereses fabriles de Cataluña (…) La Comisión de Fábricas lo espera con mayor motivo porque probablemente el Gobierno presentará a las actuales Cortes su proyecto de reforma de aranceles”.

En marzo de 1847 la Comisión de Fábricas se transforma en la Junta de Fábricas y prosiguió la tensión entre librecambistas y proteccionistas. Por fin el 22 de febrero de 1849 Alejandro Mon y Menéndez (1801-1882), ministro de Hacienda, presentó a las Cortes los presupuestos y anunció que se iban a reformar los aranceles, lo que despertó a los proteccionistas que comenzaron a organizarse para emplearse a fondo.

El 1 de mayo de 1849 la Junta de Fábricas escribió una carta a Madoz en la que se trazaba la estrategia a seguir. En principio la Junta de Fábricas creó un fondo con capacidad de gasto de 6.000 reales mensuales, para pagar a los periódicos que publicasen artículos en defensa del proteccionismo. Con dinero de ese fondo también había que pagar al autor de Oda la patria, considerada el inicio de La Renaixença, Buenaventura Carlos Aribau (1789-1862), que había ofrecido su pluma para apoyar a los industriales catalanes.

En Barcelona se proyectó la unión de todas aquellas corporaciones influyentes para que solicitasen del Capitán General de Cataluña su mediación ante el Gobierno a fin de “que se proceda en este arduo negocio con la madurez y detención que su naturaleza exige”.

Y se indicó que todos los diputados por Cataluña se coordinasen con Pascual Madoz para llevar a cabo cualquier iniciativa para conseguir unos aranceles favorables a los intereses de las fábricas catalanas. Sin embargo, todos los esfuerzos fueron inútiles para frenar a los librecambistas. En el verano de 1849 se dio luz verde al proyecto de aranceles presentado por el Gobierno, que fueron publicados en la Real Orden de 5 de octubre de ese año.

No sé si la historia se repite o no, por aquello de cada uno es cada uno tiene sus “cadaunadas”. Pero desde luego que es tan parecido lo que hicieron los dirigentes de Fomento del Trabajo Nacional en el siglo XIX, con lo que se propone llevar a cabo en Madrid Josep Sánchez Llibre, que hace bueno el dicho popular que reza así: “De padres tamborileros, hijos tarantantán”.

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.