- Sorprende el espíritu sumiso de un pueblo como el español, históricamente rebelde.
- Nos sometemos a la profusión de normas que nos impone la progresía.
- Y si nos las imponen en nombre de nuestra salud y de nuestra seguridad, entonces suspiramos de gozo.
- Conclusión: no sólo se reduce la libertad y la capacidad de crítica sino que además…
- Es imposible no incumplir alguna ley, hay tantas…
- A los cinco minutos de levantarse ya hemos incumplido un montón de reglas, ya somos incívicos.
- Y probablemente fascistas.
En el estrecho cauce de un solo telediario me entero de cosas como estas:
En Bilbao van a cobrar un euro por entrar conduciendo, sin acompañante, sólo en la ciudad.
Pero el ayuntamiento de Bilbao
no lo hace por recaudar, no. Ya saben: "por tu seguridad, pasa por caja".
En Salamanca no van a poner los cubiertos en las mesas de las terrazas, por razones de seguridad. De 'prudencia' nos ha comentado un sensato promotor.
Al principio pensé que era por seguridad en sentido estricto, es decir, para que no
robaran vasos y tenedores pero al parecer el impacto es más grande: puede provocar accidentes, que el viento mueva un cuchillo a la altura del gaznate o que un perro chupe algún plato… y se envenene.
En cualquier caso,
cualquier prohibición que se nos plantee por nuestra salud y seguridad cuenta con unos simpáticos imbéciles que aplauden la medida.
A continuación viene un mini-reportaje sobre
China. Narración centrífuga pero me quedo con aquello de que una estudiante adolescente
puede acabar en la cárcel por copiar en una examen. Estos chinos son de lo más eficaz.
Pero lo sorprendente no este puritanismo que nos lleva a la prohibición permanente, a las normas agobiantes.
No nos basta la conciencia moral y entonces necesitamos que, para portarnos bien, nos obliguen a ello.
Un pueblo históricamente rebelde como el español
se ha convertido en un rebaño sumiso, que tiene más de manada que de mesnada.
Dejen de poner normas. Ni buenas ni malas. Normas, cuantas menos mejor. Suprimamos normas.
A fin de cuentas,
lo que el puritanismo nunca podrá entender es que la fuerza sólo resplandece en la flaqueza y que la libertad imperfecta
vale más que la perfección de la norma impuesta que, además… jamás es perfecta.
Estamos ante el tonti-puritanismo progresista.
La moral propone, la ley impone. Me quedo con la moral: es mucho más libre.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com