Sr. Director:
07.21 de la mañana. Se escuchan quejidos y llantos procedentes de un contenedor de basuras en el municipio de Mejorada del Campo: "Hemos ido sacando bolsas de basura una por una hasta que hemos llegado a una que pesaba más.
He abierto la bolsa y he encontrado una mochila. Al abrir la mochila, ya he visto un bracito", relata el Guardia Civil. Desolador panorama.
Ésta, es una cara de la noticia junto con el subsiguiente cúmulo de reacciones de personas horrorizadas y extrañadas por la crueldad de los hechos que se relatan, porque, que una madre se quiera deshacer de su hijo nacido es un hecho contra natura que produce un gran escándalo en esta hipócrita sociedad. La otra cara, son las 120 mil madres que lo hacen anualmente amparadas por las bendiciones legales pertinentes que ocultan el abominable acto de abortar con un benévolo manto de cierta licitud moral.
Hace unos días, triste aniversario, se cumplieron cinco años de la aprobación de la Ley Aído que convirtió en un derecho de la mujer el poder acabar con la vida del hijo en su vientre, es decir, una ley que dio carta blanca a un acto de dominación de un ser humano sobre otro más indefenso y vulnerable.
Toda esta aberración, llegó envuelta en una torticera macro campaña publicitaria en la que se daba por hecho que la maternidad comenzaba en el parto y que negaba la evidencia científica de que en el vientre materno lo que se gestaba era un individuo genéticamente irrepetible y no un saquito de células.
Esta nefasta ley, abrió la veda a poder deshacerse de los nonatos hasta el último minuto de embarazo intentando convencernos de que un bebé en el útero no se puede considerar vida humana hasta que no forma parte de nuestras aspiraciones. Con tamaña banalización, ¿nos puede extrañar que una madre se encuentre capacitada para deshacerse de la vida de su hijo una vez salido por el canal del parto?
Esta pobre madre es una víctima más de esta miserable sociedad que no considera la vida como un fin en sí mismo sino como un medio para resolver otras dificultades. Una sociedad donde los derechos humanos han quedado sometidos al arbitrio de las conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. Una sociedad, donde unos magistrados de todo un Tribunal Constitucional llevan cinco años retrasando una sentencia que pende sobre la vida de tantos miles de niños a los que se les impide nacer y pese a tratarse de un problema de hondo calado social que afecta a derechos fundamentales.
Vivimos inmersos en una mentira que pretende justificar racionalmente lo injustificable. Este pobre niño de la basura es uno más en este enorme basurero en el que se han adormilado muchas conciencias. Hemos hecho dejación del principal derecho humano, como lo es la defensa de la vida en cualquier etapa de su desarrollo. Llevamos muchos años mirando para otro lado mientras se alimentan las basuras con miles de niños y miles de madres a las que la sociedad deja solas ante un embarazo imprevisto. Debemos concienciarnos de que un país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere. No podremos enseñar a amar a las futuras generaciones si consideramos legítimo acabar con las vidas de los más débiles
Victoria Blasco López
Se confirma: la media de la inflación en los últimos doce meses fue del 2,8%, lo que subirá las pensiones unos 40 euros al mes…, lo que no se sabe es cómo las pagará Elma Saiz
13/12/24 11:27