Los ciudadanos dejan de creer en lo políticamente correcto
Sr. Director:
Ayer tuve el gozo de escuchar una conferencia de D. Jaime Mayor Oreja. Su exposición versaba sobre la crisis de valores y el relativismo moral en nuestras familias. Lo dicho, siempre es un gozo escuchar a una persona coherente, valiente y con las ideas y principios claros. Comenzó hablando del miedo reverencial a manifestar nuestras creencias, nuestras ideas, nuestros principios; un miedo que debíamos desechar definitivamente. Lo estaba diciendo una persona que sigue llevando escolta, al menos eso me pareció. Explicó que nada de lo que está ocurriendo en España, y en Europa, es casual. Todo tiene un motivo, una causa. Luego, se detuvo argumentando que existe un estado de opinión generalizado, el cual ha sido formado previamente. De esta manera ETA ha conseguido llegar al poder, tanto en el gobierno de Navarra como en el ayuntamiento de Pamplona. Aseveró que ETA no ha sido vencida, antes bien ha pasado a gobernarnos.
Intentar trasformar este estado de opinión es lo que pretende la fundación que preside, Valores y Sociedad; sembrar una semilla, ser un germen de ideas para hacer ver a la sociedad cuál es el origen de nuestra cultura europea. De alguna manera, “devolver el alma a Europa, ahora que ya tiene cuerpo”.
Dado que, al parecer, algo se ha empezado a mover en nuestra sociedad, no me pude contener e intervine planteándole un interrogante. El problema de la crisis de valores es muy profundo y tiene múltiples causas, algunas de ellas las apuntó D. Jaime en su exposición. Pero hay una que no se nos puede escapar, esta es la relacionada con el poder de quienes gobiernan un país, una sociedad. Ellos son los que intervienen en el sistema educativo; los que dirigen, intervienen y financian las políticas autonómicas; los que permiten que existan partidos inconstitucionales -inconstitucionales de verdad-; los que diseñan y articulan las políticas familiares, y las que actúan contra la familia; los que aprueban leyes que plantean una historia sesgada, partidista y tergiversada, y los que no las derogan; los que financian campañas y articulan leyes para instruir a la gente, a la gente sencilla, en la aceptación del relativismo sobre el respeto a la vida humana, a la naturaleza personal del ser hombre o mujer -y aquellos que no hacen nada por derogarlas-; y así podríamos continuar. El Partido Popular ha estado en el poder; sin embargo, no ha sido capaz de dar respuesta a una inmensa mayoría de ciudadanos que esperábamos otra cosa. ¿Quizá ha sido el miedo reverencial, al que aludía en su exposición, el que ha hecho mella en el PP?
Muchos ciudadanos, con el mismo derecho que los demás, hemos quedado apartados de la democracia por no encontrar a nadie que diera respuesta política a nuestras inquietudes. Nos hemos sentido como pollos sin cabeza, como ovejas sin pastor. Y el Partido Popular ha tenido mucho que ver en esto. La respuesta de D. Jaime tenía que ser la propia de una buena persona, fiel a su partido y honrado en su proceder. Simplemente me dijo que España no es una excepción, que en Europa se vive una situación similar.
¡Pero algo está cambiando! Los ciudadanos están empezando a despertar del letargo inducido por lo políticamente correcto. La economía, aunque es importante, no es ya lo fundamental. Hay mucho sufrimiento en la gente, víctimas de la falta de referencias, de la ausencia de valores, de la incertidumbre ante el matrimonio, la paternidad, la vejez. O, sin ir más lejos, ante el propio horizonte laboral. Se debe recuperar la ética y el sentido común. Los partidos que, hasta ahora, han estado en el poder nos han llevado a la frustración, el desengaño y la desesperanza. Algunos pensamos que otra España es posible, y otra forma de gobernar también.