Sr. Director:
Si algún personaje de nuestra reciente historia ha centrado la atención de los españoles durante este tiempo, éste ha sido sin duda alguna Francisco Franco, gracias al empeño del presidente Sánchez por recuperar su memoria histórica que ya estaba empaquetada y empolvada en los mohosos baúles de cientos de miles de familias españolas. Sacar del Valle de los Caídos los restos de Franco no solucionará los problemas de la inmensa mayoría de españoles que solo entienden una medida de tal alcance, desde una propaganda populista y sectaria.
Junto a este asunto, se suman los sindicatos de manteros, los de prostitutas, las graves agresiones fronterizas de los inmigrantes a nuestra querida Guardia Civil, las oleadas de pateras arribando a playas y costas del litoral andaluz o las constantes y permanentes rectificaciones en materia fiscal o de otro orden como la de la venta de armas a Arabia Saudí para no poner en peligro 6000 puestos de trabajo en los Astilleros de Cádiz y que son palpables ejemplos de la incapacidad manifiesta de Pedro Sánchez para dirigir los destinos de España desde un gobierno escuálido como el suyo, que ha resultado ser el menos representativo social y políticamente de nuestra democracia.
Una gran parte de la sociedad española se mueve entre el asombro y la incredulidad por el clima de desestabilización social e incluso emocional que están originando las decisiones que a puerta cerrada y sin luz y taquígrafos, adopta el insensato inquilino de la Moncloa conjuntamente con Pablo Iglesias, fundador de una nueva casta republicana y adinerada que tiene su fundamento en el nuevo comunismo capitalista que, junto al independentismo nacionalista, pretende implantar un idílico Estado desnacionalizado y reconvertido en “naciones” que terminarían fagocitando el proyecto común de nación o país en el que está constitucionalmente estructurada España.
Y hay pasos evidentes que se van dando desde sectores que hubiera sido impensable en otros tiempos como es, por ejemplo, el deportivo. Sea por razones de interés económico o no, resulta sorprendente que un evento deportivo tan nacional y español como es la Supercopa de España se haya celebrado en Tánger (Marruecos); claro que uno de los equipos contendientes era el Barcelona, club que abandera las reivindicaciones independentistas de Cataluña y que cuenta con grandes simpatías entre la población marroquí, especialmente la “integrada” en aquella autonomía.
Como sospechamos que todo lo que pasa no es por casualidad, solo unos meses después se anuncia que un encuentro de fútbol de LaLiga española, se va a celebrar en EEUU y curiosamente el Gerona-Barcelona, dos clubs catalanes que además añaden un especial morbo por sus evidentes connotaciones y simpatías con el independentismo catalán. Ni Francia, ni Gran Bretaña, Alemania o Italia se hubieran atrevido a tanto en las actuales circunstancias y aunque el Estado no intervenga en la financiación de LaLiga y no esté obligado a dar explicaciones, habrá que estar al loro por si la Generalidad subvenciona directa o indirectamente algunos desplazamientos para tal evento deportivo y así obtener el oportuno rédito político internacional.
Pero en estos cien días quizás lo más clamoroso ha sido el burdo espectáculo que ha dado la Ministra de Justicia queriendo abandonar al Juez Llarena a su suerte en un nuevo ataque a la soberana actuación de nuestros jueces y fiscales, propiciado desde un Estado miembro de la Unión Europea como es Bélgica. Las Asociaciones de ambas corporaciones han terminado reclamando al gobierno lealtad, confianza y respeto a nuestro sistema y actuaciones judiciales en defensa de su independencia.
Por enésima vez, Sánchez da marcha atrás y asume el deber de defender a un juez español, frente a los sediciosos separatistas que cuentan con el beneplácito del gobierno belga para actuar impunemente contra nuestra soberanía sin que ni desde nuestras embajadas ordinaria o comunitaria ni desde las instituciones europeas, se haya reaccionado como corresponde a tan desproporcionada agresión contra los cimientos y fundamentos de la Unión Europea. Si Monnet, Shuman, Adenauer o Churchill levantaran la cabeza y comprobaran en lo que está quedando su “idea” de Europa, sin duda se sentirían muy decepcionados.
Si esto ya resulta esperpéntico, lo más indecente ha sido filtrar desde el gobierno, el costo de la defensa del juez Llarena cuando al mismo tiempo se declara como secreta la información sobre los que nos ha costado a los españoles el uso del avión oficial y la apertura del aeropuerto de Castellón para asistir el presidente Sánchez con sus acompañantes a un concierto musical el pasado 20 de julio.
Cada semana de gobierno, un grosero error; a la siguiente, una rectificación y así, “de oca en oca”. Lo más grave es que decisiones relevantes como son las que afectan a la sanidad, energía, inmigración, fiscalidad o educación están siendo tomadas desde una óptica revanchista y con una mayoría artificiosa representada por una izquierda cada vez más radicalizada que se ha unido impúdicamente a partidos que quieren dinamitar la unidad del Estado y de la nación española.
Pero ante este triste bagaje aún cabe la esperanza de que unas nuevas elecciones nos permitan hacer olvidar estos cien días de tan desafortunada administración de los intereses de los españoles que, por otra parte, no deseamos recordar trágicos enfrentamientos del pasado ni tampoco dilapidar los espléndidos y exitosos avances que entre todos hemos experimentado como nación libre, desarrollada y democrática que somos.