El presidente José Luis Rodríguez Zapatero fue la persona quien directamente ordenó la retirada de la bandera norteamericana en el desfile militar con ocasión de la celebración del Día de la Hispanidad. La decisión ha perjudicado las relaciones Madrid-Washington. Pero no por la ausencia de la enseña nacional, sino por la marcha atrás gratuita ordenada por Zapatero.
La presencia ya estaba acordada. Pero Zapatero debió de pensar que era mejor aprovechar la ocasión para ejercer un poco más de antiamericanismo. Y así lo hizo. Y el asunto, obviamente, no salió gratis. El embajador norteamericano George L. Argyros decidió no asistir al acto alegando problemas de transporte. Y para echar más leña al fuego, Moratinos arremete criticando lo que considera como falta de la exigible cortesía diplomática. ¿No será que lo que Argyros ha practicado es la reciprocidad diplomática?
Pero el comentario más subido de tono lo protagonizó el portavoz parlamentario Alfredo Pérez Rubalcaba, quien instrumentalizó a la Monarquía señalando que la ausencia del embajador norteamericano fue un gesto de desaire al Rey. "Una gravísima equivocación por utilizar términos suaves", señala el portavoz popular de la Comisión de Exteriores, Gustavo de Arístegui.
Por otra parte, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, ha puesto de manifiesto la gravedad de que los socios parlamentarios del partido en el Gobierno no hayan querido asistir a la Fiesta Nacional. Más grave parece el hecho de que el ministro de Industria, Josep Montilla, no asistiera a la parada militar. ¿Para qué Gobierno trabaja el señor Montilla?