Sr. Director:
A propósito del zafio Montoya. De señor nada y de artista menos; una caca de vaca y no digo de toro porque no tiene esos adminículos propios que proporcionan a los machos la descendencia.
A propósito del gañán Montoya no quiero decir nada, si acaso superlativizar su ignorancia, su odio cerval –que en su ignorancia no sabe lo que quiere decir– a los creyentes cristianos y su cobardía porque no tiene los cojoncios necesarios para desafiar al Islam –por otra parte una creencia tan digna como otra cualquiera para sus creyentes– y ofender, en su analfabetismo, a un colectivo muy amplio de creyentes cuya religión les obliga a perdonar sin condiciones; tan gallina, pávido y baboso que el solo nombre de Mahoma o Alá le ha achicado hasta limites olivareros sus atributos y posibilidad de recuperación; supongo que no tendrá hijos.
A propósito de lo dicho y sin tener ninguna autoridad para ello, quiero agradecer a todos aquellos españoles no cristianos, no creyentes y hombres de bien que se sienten ofendido por este lenguaraz artistucho, despectivo de artista.
No quiero meterme con el chabacano y sanchopancesco patán Montoya porque, a última hora, se supone –aunque eso sea mucho– que es dueño de sus actos y de ellos responderá, sino que quiero meterme con ese político extremeño, que ha becado su vulturnoso trabajo con un millón, dándole con ello a su trabajo categoría oficial y la protección cultural de toda la Junta de Extremadura.
Pero tampoco quiero valorar la catadura moral de este hombre sino, más bien, la categoría cultural que posee este consejero de Cultura del gobierno extremeño y, sobre todo, de su natural pesquis para evaluar a la persona que tiene enfrente. Y lo digo porque, esta mañana y en Onda Cero se le ha hecho una entrevista a Montoya, y el nivel mental, la profundidad intelectual y sus conocimientos, incluso, místicos, que ha demostrado no creo que alcance ni siquiera el nivel de el cero absoluto. ¿Y este señor consejero de Extremadura no detectó el catetismo, la grosería, la incultura, su cerrilidad que es lo mínimo que se le puede exigir a un cargo público, porque Carlos Herrera y sus contertulios lo han localizado en el primer segundo, le han acorralado a preguntas inteligentes que él no sabía contestar y por fin –y siento decirlo– han insinuado una sonrisilla displicente por ser caritativo y se lo han echado de encima… "por no perder más tiempo"? ¡Buen ojo, amigo!
Que cargue con su responsabilidad el zote, pero también el funcionario.
Estanislao Loti
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