"No hay más sufrimiento del que tiene que haber". Así de polémico se muestra el editorialista del New York TimesLorenzo Albacete. Pero, ¿y qué me dice de la miseria del mundo, de la espiral de violencia en Oriente Próximo, de los millones de niños que mueren de hambre, del injusto reparto de la riqueza? Mi retahíla de agravios no tiene fin y Albacete me mira con una paz que me sobrecoge.

 

"El sufrimiento existe, pero el sentido también", me responde. "Pues, yo lo siento, pero hay muchas cosas que no comprendo y que anoto en mi libreta para que Alguien me las explique algún día", le increpo. Pero Albacete no se inmuta. Sus más de 140 kilos ayudan a mantener la calma. "Si uno sufre es porque tiene sentido. Si se revela, es porque no ha perdido la esperanza. El sufrimiento es el grito del hombre que no ha tirado la toalla", dice con su acento de puertorriqueño afincado en Nueva York.

 

"Los animales no sufren, continúa. Yo les veo en los reportajes de televisión y no parecen angustiarse ante el hecho de la muerte. ¿Y por qué el hombre sí que sufre? Sufre porque tiene deseo de infinitud, porque no se plantea una vida efímera, porque necesita encontrar un sentido para su vida y para sus desgracias. Lo que no vale -continúa- es afirmar que el hombre proviene de una constelación cósmica y luego quejarse de la muerte. ¿De qué se quejan?". "Si la vida no tiene sentido, la muerte no es más dramática que la de un animal", argumenta. ¿A que escuece?

 

¿Y dónde está la esperanza?, le pregunto. "La esperanza -me responde- está en la victoria de la muerte, en sabernos acompañados por un Dios que ha asumido desde la infinitud la limitación de la condición humana. Y eso es una experiencia, no una reflexión. Fuera de esta experiencia de la presencia real de Cristo, sólo caben dos alternativas: O conformarse con vivir como se pueda y reducir el deseo de infinitud del hombre o absolutizar lo relativo. Puestos a elegir, prefiero lo primero, lo comprendo, lo contrario es muy desesperante. Lo segundo, me da mucho miedo".

 

Y tanto, porque la absolutización de lo relativo, la "religión" en sentido negativo, es, según Albacete, la causa de las grandes catástrofes de la humanidad. Con nombres y apellidos: La consideración de Iraq como el "eje del mal", o incluso la conversión del Cristianismo en una ideología. "Cuando sustituimos el asombro por las reglas, el Cristianismo deja de ser interesante y hasta molesto: siempre nos señala con moralina que está mal lo que más nos gusta. El Cristianismo, o provoca o molesta", señala. No está mal para tratarse de un sacerdote católico...

 

Y más: "El gran Misterio del Cristianismo -continúa- es que la divinidad se ha hecho una presencia humana en el mundo. De esta forma, uno puede aspirar a ser feliz en la limitación. Por eso, la felicidad está asegurada. Y está asegurada ahora, en la misma experiencia de limitación. Porque junto a la limitación -señala- permanece la presencia viva de un Dios que comparte nuestra naturaleza. No nos dice nada. Simplemente está con nosotros".

 

¿Y por qué este rebrote de Cristofobia desconocido en la historia de la humanidad?, le interpelo. "Eso es una buena señal -apunta- porque la sociedad se sigue preguntando quién es ese Hombre que transforma las vidas con su sola presencia 2000 años después de irrumpir en la Historia". En este sentido, Albacete considera "natural" el creciente laicismo español. "Lo anterior era antinatural, demasiado institucional", señala desde su experiencia de conocer nuestro país desde los años setenta.

 

Por último, le pregunto sobre la polémica retirada de las tropas españolas de Iraq. "Me opuse a la guerra porque me pareció una limitación de la estrecha visión protestante sobre el mito de la amenaza a la libertad. Pero retirarse es otro ataque a la realidad de un pueblo parecido al de la policía que te deja el apartamento destrozado buscando drogas. ¿Y ahora quién arregla el apartamento una vez que la marihuana no aparece?". Contundente.

 

Más. Albacete quita hierro a las fotos de los maltratos a los presos iraquíes. ¿No le parece una evidencia de que nuestra supuesta autoridad moral no es tanta?, le pregunto. "No, me parece una muestra de la imperfección humana, parecida a las atrocidades que hicieron los españoles en América: errores en medio de una obra grandiosa. Ahora, el pueblo norteamericano no se ha quedado tranquilo con las fotografías, no tolera esas actitudes infames y ha exigido responsabilidades", contesta.

 

Y así acabamos nuestro encuentro de intercambios sobre lo humano y lo divino. Prometo seguir la conversación sobre lo femenino. Me levanto y me despido. "Perdone que no me levante, pero que es que hay mucho que levantar", me dice. Tranquilo, lo comprendo.

 

Luis Losada Pescador