Ha pasado más de un año desde que Rodríguez Zapatero anunciara la presentación de la gran ley que cambiaría el modelo productivo de la economía española, no sólo para superar la crisis económica, sino también para asentar bases de un desarrollo sostenible.
Tanta importancia política dio el presidente del Gobierno a aquella ley de Economía Sostenible, que quiso que se tramitara por el procedimiento de urgencia. A día de hoy, está en la quinta prórroga del plazo de enmiendas y con un horizonte muy oscuro. A esta ley la ha matado el mismo voluntarismo con el que se alumbró la Alianza de Civilizaciones o se proclamó la conjunción planetaria de liderazgos progresistas a ambos lados del Atlántico.
La superficialidad política del Gobierno lo llevó a plantearse como verosímil que una ley, por sí sola, tendría el poder mágico de crear un nuevo modelo de actividad económica en España, volcando en ella los tópicos del discurso más correcto del progresismo. Obviamente, el Gobierno se ampara en el cambio de circunstancias para explicar la paralización de la ley, pero ya cuando se anunció recibió críticas muy solventes que denunciaban la inoportunidad y la inviabilidad del proyecto. Ahora se demuestra nuevamente que el Gobierno no sabía bien lo que estaba haciendo.
Suso do Madrid