El uso de las "tarjetas negras" de la antigua Caja Madrid por parte de decenas de sus directivos y consejeros, junto al descubrimiento de nuevas tramas, ha reavivado el debate social en torno a la corrupción.
La excusa que han puesto todos los implicados es que no había nada ilegal en el uso de dichas tarjetas. En otras palabras, utilizarlas para pagar compras de lujo, viajes, vacaciones y hasta la cesta de la compra, era algo que se consideraba normal, sin sentimiento de culpa alguna. Solo cuando ha estallado el escándalo, tras la revisión de las cuentas que llevaron a la ruina a Caja Madrid, que hubo de ser rescatada con fondos públicos, algunos de los directivos imputados han empezado a devolver con cuentagotas lo gastado, pero sin reconocer claramente el daño causado.
Hay muchas clases de corrupción, pero todas coinciden en apartar de la conciencia el arrepentimiento. Como dice el Papa en su análisis de esta práctica, el "corazón no quiere líos". La corrupción permanece dentro del sujeto como una forma de pensar y de vivir: todo es legal y normal, e incluso, cuando se tiene poder, se tratará de implicar a otros en la misma forma de actuar para convertirlos en cómplices complacientes.
Así hasta que la "vida en rosa" de los corruptos sale a la luz pública y estalla la indignación. Ahora es necesario que intervenga la ley, pero más allá de eso, lo que urge es una regeneración de la conciencia personal y social.
Suso D.