El juez no aprecia delito de homofobia en el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig. ¡Qué bueno que es su señoría!
Tendré que tomar yo el relevo, a ver si delinco. Porque claro, al buenazo, y sabio, de monseñor Reig (en la imagen), le condenan por homofobia por advertir a los homosexuales a dónde les conduce su aberración antinatural.
En cualquier caso, la operación de amedrentamiento, de matonismo progre, se ha conseguido con independencia de que el amor de sus señorías por todas las criaturas del buen Dios, aunque se trate de un pérfido obispo, no haya apreciado delito alguno en monseñor Reig. Quizá, también, porque hay que ser muy retorcido para encontrar pecado o delito en la homilía del obispo de Alcalá, objeto del escándalo progre.
Pero ya lo ven: hubo quien se percibió un nefando delito en el asunto Y así, los diputados -de Izquierda Unida, Partido Socialista y los modernísimos fachas comecuras de Rosita la Estupenda, esto es, UPyD- le retiraron el saludo al obispo y pasaron a considerar la persona non grata y, en general, un apestado. Esto, el objetivo, ha sido logrado.
Naturalmente, todo ello muy aplaudido por el lobby cacorro, que, como degenerados que son, hace cierta la vieja definición de sarasa en aquellos felices, y no muy lejanos tiempos, en los que la gente hablaba con libertad: ¿Qué es un marica? Un señor que tiene la fuerza de un hombre y la mala uva de una mujer. En mi opinión, nadie ha superado esa definición.
Y así, cuando un hombre como Reig reniega de la homosexualidad y tiende la mano a los homosexuales, esto es, aquello de odiar el pecado y amar al pecador, para que abandonen el infierno en el que viven, van y le llaman homófobo. Y esta panda de miserables (ahora hablo del lobby gay y de los políticos, todos a un tiempo) le llevan a los tribunales. Y si el juez no ha encontrado delito entonces se disponen a cambiar la ley para que pueda encontrarlo.
Palabra que no escribo todo esto por molestar, sólo por defender dos cosas: la libertad de expresión y el sentido común. Porque si alguien aprecia delito, o simple falta, en el caritativo sermón de Reig es que le falta un tornillo, en la mente o en el alma.
Eulogio López
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