Sr. Director:
El Imperio del disparate y la sinrazón parece imponerse sin que nadie lo remedie, no se sabe si por cobardía o por una culpabilísima indiferencia. Creo que a nadie, creyente o no, se le escapa que en el ser humano el sexo y la genitalidad de cada uno de los sexos tiene una intencionalidad clarísima que es la reproducción y por tanto la conservación de la especie. A los seres humanos que cumplen los estándares de su especie se les ha llamado siempre "normales" precisamente porque se atienen a la norma. Esto ocurre con los seres humanos igual que con las demás especies.
Si una cabra nace con dos cabezas decimos sin que nadie se mosquee que ese ejemplar es "anormal", ya que no se atiene a la norma de su especie, lo cual no quiere decir que no lo haya producido la naturaleza como pretenden los artistas de la confusión lingüística. En el ser humano lo normal en la genitalidad masculina es que el hombre busque introducir su pene en una vagina bien con ánimo de procrear o de satisfacer su deseo sexual, cosa que normalmente ocurre dentro de una pareja de distinto sexo, ya que si son del mismo sexo, parece un poco difícil. Por causas no siempre conocidas, unas veces puramente genéticas, otras veces educacionales o por una desafortunada concurrencia de ambas, ocurre que hay individuos que se sienten atraídos por los genitales de individuos de su mismo sexo y no parece muy descabellado, al salirse claramente de la norma, que este hecho sea considerado "anormal". Hablo de atracción por los genitales de individuos de su mismo sexo y no de atracción por personas del mismo sexo, porque esa atracción sin genitalidad se llama amistad y ha existido siempre, en nuestra cultura, como algo dentro de la normalidad en las relaciones humanas, el problema al que me refiero claramente se produce cuando se apetecen los genitales de las personas del mismo sexo. Ese empeño en querer que todos admitan como normal no que no ha sido ni es ni será normal, parece un intento bastante evidente de extender la anormalidad por la vía educacional, para que con un poco de suerte (para algunos) los individuos anormales lleguen a superar en número a los individuos normales y así poder designar y tratar como anormales precisamente a los que no lo son.
Me temo que se nos ha vendido durante muchos años eso que llamamos tolerancia y que más o menos de buen grado hemos aceptado casi todos, con el fin de no crear víctimas entre nuestros congéneres menos afortunados (o menos normales si queremos ser mas claros) y para desterrar cualquier no deseada discriminación que en cierto modo pudiera penalizar a personas que ya tienen la desgracia de padecer en sí cosas que a veces no proceden de su propia voluntad. Pero he aquí que algunos de los beneficiarios de nuestra tolerancia parecen ser de lo más intolerante y resulta que ayudados por Zapatero y sus amigos vienen a insultar a todos los matrimonios inventando el "matrimonio Gay", no les vale inventar el "homomonio" o cosa similar, con todos los derechos que crean deben tener según sus peculiares circunstancias.
Parece de lo más increíble que en el "Occidente de la libertad de expresión" (para insultar a los demás) se trate de tapar la boca e incluso sancionar a todo aquel que no trague con el axioma Gay. Lo sorprendente del caso, aunque ya poco nos sorprende nada, es que se pretenda prohibir a los curas el ejercicio normal de su ministerio sacerdotal. Debe de ser que Zapatero es chino o zulú y no se ha enterado todavía de que nuestra civilización tiene raíces cristianas hondas y vivas. O, mejor dicho, sí se ha enterado y está entusiasmado tratando de eliminarlas, pero es de catón que, eliminadas las raíces, la planta no sobrevive, y en este caso nuestra civilización. No sé qué alianza de civilizaciones querrá construir sin contar con la nuestra, que se quiere cargar, y por tanto tampoco sabemos que vamos a pintar en ella.
José Luis Rey
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