Ya hace dos años que se presentaron estos dos textos, pero hoy son más actuales que ayer. Por una parte, el informa de The Economist, baluarte del Nuevo Orden Mundial (NOM), ya saben capitalismo y aborto, abortalismo.

Un prodigio de la lógica: la Santa Sede no sólo debe ser expulsada de la Naciones Unidas sino que no debe contar con servicio diplomático. Porque claro, sí cuenta con voz, aunque no tenga voto, se la podría oír y podría escuchar a alguien; porque si cuenta con influencia, aunque no tenga poder, podría convencer a alguien; porque si cuenta con diplomáticos, aunque no cuente con Ejército, aunque no logre vencer podría convencer.

Al final, y como comenta Avvenire, a la Iglesia se le acusa de tener demasiada influencia, aún reconociendo que no tiene ningún poder, por eso se le pretende arrebatar el derecho de hablar, no sea que vaya a convencer a alguien por medios pacíficos.

Insisto en que la cristofobia avanza y que ahora ya no se trata de expulsar a la Iglesia, sino de criminalizarla, por la misma sencilla razón que no se trata de destruir a la Iglesia sino de conquistarla. No, ya no se trata de pedir que la ONU expulse a la Santa Sede sino de criminalizar a la Iglesia. Insisto en que la manera más sencilla será llevar al Vaticano -como Iglesia, no como Estado, claro- ante la Corte Penal Internacional para acusarle de homofobia, por ejemplo, o de atentar contra esos derechos reproductivos, sacrosantos derechos de las nuevas amantis religiosas que no se cargan al padre sino a las crías. Sentar a la Iglesia en el banquillo será un acontecimiento planetario que la prensa progresista celebrará con alborozo. Mucho más eficaz que quemar conventos, oiga usted.

Eulogio López

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