Los debates falsos constituyen una de las especialidades de la modernidad. Por lo general, el debate falso es aquel donde no importa lo que se dice, sino quién lo dice. Por ejemplo, el mundo periodístico anda muy ajetreado con la adopción por parte de la tontaina de la cantante Madonna de un niño en África. Forma parte de una de las campañas de marketing de esta pobre chica americana estúpida, que como todos los canallas trata de convertirse en un modelo de virtud.
Pero esto es lo de menos. El caso es que las ONG han puesto el grito en el cielo por el favoritismo recibido por la americana de las autoridades del empobrecido país africano. Lo cual, bien pensado, es una tontería: si saltándonos trámites burocráticos le diéramos a un niño la posibilidad de una vida mejor, yo soy partidario de esos tratos de favor, por la misma razón que considero que no hay mejor oposición que un dedo bien empleado, aunque sea difícil de encontrar el tal dedo.
Pero el problema no es ese. El problema es lo que entendemos por una vida mejor. Veamos: la adopción, nacional o internacional trata de en palabras definitorias y definitivas del presidente socialista de Extremadura, Rodríguez Ibarra buscar parejas para los niños, no niños para las parejas. Se da la circunstancia de que el adoptado de Madonna es un niño huérfano de madre pero no de padre. Lo antinatural es ver a un padre que alquila no se me ocurre otra figura mercantil más adecuada- a su hijo con el argumento de que no puede cuidarle como se merece, y permite que una diva del pop, una pobre chica americana estúpida, se lo lleve al otro lado del Océano previo reportaje ante las cámaras de TV, que de eso se trataba.
Lo antinatural es que una pobre chica americana estúpida, se aproveche de la pobreza quizás algo más- de un medio padre para separar a una familia. Porque esta adopción madonil, rompedora de vínculos naturales, debe ser por lo menos el décimo segundo modelo de familia, dentro del variado elenco de las 300 modalidades. Si Madonna quería ayudar a ese niño, lo que tenía que hacer era ayudar económicamente a su padre a sacarle adelante en Malawi o proporcionarle un trabajo al susodicho en Beberly Hills. Pero claro, una ayuda monetaria a un padre viudo en Malawi no provocaría tantos minutos de propaganda en TV. Sí de propaganda, porque esa pobre chica americana estúpida tiene muy claro que lo importante es que se hable de uno, aunque sea bien.
Este es el verdadero debate, y no si Madonna obtuvo o no un trato de favor de las autoridades de un país donde abunda la miseria. El verdadero debate es aquel que traslada el eje del asunto hacia el niño, porque lo que importa no es saciar los instintos o las vanidades o el marketing de las parejas, sino que un niño reciba le cariño necesario para ser feliz y convertirse en un adulto feliz. El resto no es más que derecho comparado, es decir, yo, igual que Madonna, lo que tantas veces no se concreta en otra cosa que en la igualdad de los desiguales. A Madonna no hay que perseguirla por sobornos a los funcionarios de Malawi sino por ser una canalla que se aprovecha de la miseria ajena para promocionar su carrera artística y con ello mejorar sus ingresos. No se trata de luchar contra la corrupción pública en Malawi sino contra la corrupción de la familia por parte de una sinvergüenza millonaria (no, no es una reiteración, aunque suele serlo).
Es el mismo caso, la misma cuestión, de la pareja de monfloritos catalanes que han adoptado a un niño. Lo importante no es que con tal de que dos homos salieran en TV hablando del primer niño adoptado a la sombra del gaymonio de ZP y para pasarle por lo morros a la caverna los 300 tipos de familia, se hayan saldo todos los trámites burocráticos (en España no hay niños para adoptar, por eso las parejas se van a China): lo importante es que ese pobre crío va a ser educado por dos homosexuales, sin la espléndida aportación de padre y madre, es decir, de masculinidad y feminidad, dos maravillas que sólo los necios pueden despreciar. ¡Pobre crío!
Eulogio López