En efecto, un Estado aconfesional y laico debe suprimir todos los crucifijos y demás símbolos cristianos -bueno, religiosos- de colegios y otras instituciones públicas. Lo encuentro lógico y muy necesario. Pero seamos sinceros: fuera las máscaras, hay que llevar la tarea hasta el final. Los curas llevan años introduciendo su ponzoñosa ideología en las mentes laicas (esto es, en las mentes no-curas). Empecemos por los gentilicios y patronímicos. Un poner: el mismísimo fundador del PSOE y de la UGT, don Pablo Iglesias. Lo siento, don Pablo pero hay que cambiar ese apellido. Lo podemos dejar en Pablo Minarete por aquello de la Alianza de Civilizaciones.
¿Teresa Fernández de la Vega? Desde ahora Vanesa. No admitimos ese hedor carmelitano. Y qué me dicen del vicepresidente tercero, Manuel Chaves, o sea, Emmanuel, o sea, Dios con nosotros. Quedas rebautizado, laicamente, of course, en Ulises. ¿Elena Salgado? ¿Santa Elena, madre de Constantino, aquel personaje que hizo del Imperio un Estado confesional? Desde hoy, Desiré Salgado, vicepresidenta económica. ¿San Miguel Arcángel Sebastián? Desde hoy, Angulo. ¿Carme Chacón? Sólo le falta el escapulario, por no hablar de la patrona de los pescadores. Mejor: Alakrana Chacón. El colmo llega con la titular de Sanidad. El mismísimo Ministerio de la Santísima Trinidad precede al Jiménez: Jeniffer y no se hable más: Jeniffer Jiménez, of course. Francisco Caamaño: ¿el juglar de Dios? ¡Hasta ahí podíamos llegar! Nada de Francisco, Zeus Caamaño, Juez Supremo en el Tribunal del Olimpo. Eso sólo en el Gobierno, de los asesores mejor no hablar, porque Julián Santamaría, el gran demógrafo del PSOE bien podría utilizar su segundo apellido.
Otrosí: no admitiremos ni una sola diputada socialista de nombre Virginia. Lo socialista no es la virginidad, precisamente. Del PP, tampoco, pero eso ni hace al caso.
Terminada la limpieza laica de nombres, pasaremos a los patronímicos y gentilicios en calles, poblaciones y parajes. Se acabaron los Cristos, Santísima Trinidad, san Fermín, san Sebastián, Corpus Christi, Natividad, Belén, Nazaret, Santos Mártires, Encarnaciones o Santiago apóstol. La laicización debe ser total. Y el banco de Espírito Santo pase a ser banco de Lisboa. Con mucho dolor cerraremos el Museo del Prado, verdadero nido de la confesionalidad más repugnante. Allá donde miras te topas con una crucifixión, un nauseabundo Portal de Belén o una advocación mariana, por no hablar de las legiones de angelitos que fastidiaban las brumosas mentes medievales.
Queda prohibida la ingesta de los espirituosos brandy cardenal Mendoza y Fra Angélico.
Cuidado con las velas, perniciosos símbolos de la clerecía y sus liturgias: deben ser prohibidas. Si te quedas sin luz, enciende el mechero.
El amigo Obama estará dispuesto a borrar del mapa a los Ángeles, san Francisco, san Diego, Sacramento y Notre Dame.
No necesito advertirles que habrá que reescribir la historia entera para el necesario progreso hacia un mundo sin grajos negros. En cualquier caso, no se trata, no sólo de reescribir la historia, sino de recomenzar la civilización. Luis Rodríguez Zapatero (lo de José debemos suprimirlo por razones obvias, lo siento, presidente) es el nombre marcado por el destino para esta labor. Gracias sean dadas a ZP.
¡Salud, compañeros! (el adiós se declara definitivamente proscrito).
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com