Al jefe del Ejército más poderoso del mundo le concede la Academia noruega el Premio Nobel de la Paz. No está mal. Todavía no ha conseguido paz alguna pero al presidente norteamericano, Barack Obama, le han otorgado el Premio Nobel de la Paz.

De hecho, el Gobierno israelí han dejado de confiar en él y ya piensan en el inevitable enfrentamiento armado con Irán. Es lo que pasa con los pacifistas: siempre acaban por provocar más muertes violentas. Por lo demás, el abortero Obama ha dedicado sus primeros meses de mandato a promocionar el aborto y la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio. Es el genocidio de nuestro tiempo.

Afganistán no es precisamente una tierra de libertades y la política de la Casa Blanca respecto a Iberoamérica sólo tiene una alterativa: o cambia o habrá guerras en la región antes que después.

La retirada del escudo antimisiles no aporta mucho, porque los misiles siguen ahí con toda su función ofensiva. Pero no importa, los académicos se han apresurado a ofrecerle el galardón 10 meses después de haber cumplido su mandato.

Ahora sí, más que nunca, percibo en Obama las marcas del Anticristo -sea ése hombre, proceso, institución o doctrina-, una de cuyas notas distintivas es que llegará al poder máximo bajo la aureola de Príncipe de la Paz. Al parecer, el Nuevo Orden Mundial (NOM) está empeñado en acelerar el proceso.

Eulogio López

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