Ha cumplido su promesa electoral, ciertamente, pero al dar orden de que las tropas norteamericanas dejen de combatir en Irak el 31 de este mes. Casi 100.000 soldados volverán a casa y quedarán otros 50.000 efectivos para formar las nuevas tropas iraquíes (¿Formarles en qué?).
Ciertamente el presidente norteamericano estaba obligado a cumplir su promesa electoral y, además, la guerra de Irak fue una guerra injusta, comenzada por George Bush y que ha costado la vida a 4.000 soldados norteamericanos y muchas decenas de miles de iraquíes.
Ahora bien, una vez comenzada, la retirada de las tropas norteamericanas deja un país dividido donde los atentados terroristas salvajes están al orden del día. Divisiones religiosas, étnicas y económicas. Abandonarles a su suerte puede significar una guerra civil.
Por si fuera poco, la tensión crece en Líbano y Gaza. Tres soldados libaneses han resultado muertos en un ataque israelí y en Gaza la tensión se palpa. Si a ello se le une el callejón sin salida de las armas nucleares iraníes el asunto apunta a una nueva guerra en Próximo Oriente que podría extenderse al Creciente Fértil. Como guinda, hacia el sur, la situación en Afganistán sólo puede calificarse como de derrota de la OTAN, mientras las riadas están destrozando la economía paquistaní.
Eulogio López
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