Magnífico fracaso el de nuestra 'Ketchup' en Eurovisión. Mucha silla, algún gallo y poco espíritu. Además de la apatía generalizada del certamen, llamó la atención que la locutora española retransmitiera los resultados de las votaciones en francés, una lengua sólo utilizada por Francia. Es sólo un detalle, pero significativo, porque ya son demasiadas las muestras del afrancesamiento de la política exterior española.
Por otra parte, si es verdad -como afirma un estudio de la Universidad de Oxford- que las votaciones revelan el peso de las relaciones sociopolíticas de cada país, España se encuentra en la absoluta marginalidad. Tan sólo recibió los apoyos de Andorra o Albania. Por contra, Turquía -que de momento no es Europa- recibió grandes apoyos de los países con inmigración musulmana, especialmente Alemania.
Y una última cosa: Arrasó Finlandia con un show de monstruos estridentes. Una buena muestra de que los bárbaros vuelven a conquistar una Europa envejecida, desvalorizada y corrompida. Agárrense porque los indicadores adelantados empiezan a sacar la tarjeta amarilla.