Hoy día el lenguaje soez rara vez impresiona. Y es una lastima. En algunos ambientes, tal vez demasiados, ellos y ellas utilizan la palabra oral, expresión normal de comunicación, para escupir frases prefabricadas de pésimo gusto, con la tranquilidad del que mastica un chicle.
La afluencia de programas televisivos y películas violentas o de sexo, han proporcionado una enseñanza de groserías que a veces se pretende justificar con supuestas pinceladas de realismo o libertad, y que a la vista de la capacidad de asimilación en alumnos y alumnas, se desprende que están suficientemente preparados para obtener el doctorado
Y no se trata simplemente de soltar algún taco que otro. Después de todo hay circunstancias que a veces sólo se puede expresar bien una emoción con una buena palabrota. Pero el problema es otro. Palabras que antes se reservaban para momentos de emoción extrema, ahora se caen de la boca a la menor ocasión. Algunas palabrotas son hoy tan usadas que, de hecho, se han convertido en signos de puntuación; una especie de sucedáneo de la coma, y así pierden su fuerza para impresionar al que las oye o aliviar al que las dice.
No creo que sea una terapia correcta. La crispación, el fracaso, aparte de que todo tiene arreglo, no debe dar licencia a devalar un magnifico medio de expresión como es el lenguaje.
Las palabras mal sonantes funcionan bien cuando se las usa con parsimonia; su exhibición frecuente no libera, más bien molesta a quien las oye.
Pepita Taboada Jaén