Un conjunto de personajes desquiciados desfilan por la pantalla con la justificación, según Agustí Vila (guionista y director), de que arrastran un oscuro sentimiento de culpa.
Una familia de clase acomodada, compuesta por un matrimonio y su hijo adolescente, vive cada uno en un pequeño mundo que han construido a su medida. Eso sí, los tres tienen la obsesión de no hacer daño a ningún animal (de ahí el título de la mosquitera) no incluyendo en esta categoría a otros seres humanos a los que amargan la vida.
Reconozco que tras la visión de La mosquitera me quedé perpleja de que hubiera obtenido el Premio del Jurado del pasado Festival de Valladolid, porque este drama familiar no se sostiene por ninguna parte. Vila juega a epatar siendo el más rarito del barrio, y por ello no se corta al ofrecer un argumento que llega a producir irritación tanto por contener unas situaciones surrealistas que, en ocasiones, rozan la perversidad; como por incluir unos diálogos que parecen escritos por un paranoico. En esta tesitura pasada de rosca cabe de todo: un padre que siente culpabilidad hacia la chica de servicio y acaba liándose con ella, una madre descerebrada que consiente todo tipo de caprichos a su hijo adolescente y vive una anormal relación sexual, un matrimonio de jubilados amargado y por cualquier excusa dispuesto al suicidio, una madre soltera que se dedica a machacar continuamente a su niña... Toda esta fauna, y sus desdichas, provoca la sensación de que estamos ante un metraje eterno cuando tan sólo dura 90 minutos.
Ni que decir que La mosquitera produce un efecto catártico: tras toda la morralla que se contempla en pantalla se agradece salir a la calle, charlar con seres normales y respirar aire puro.
Para: Nadie