Entre los periodistas madrileños se cuenta una anécdota proveniente del otro lado del Atlántico, de la Argentina. Se trata de un periodista de El País que es invitado a contemplar cómo Jesús de Nazaret paseaba sobre las aguas. El periodista observó el fenómeno con objetiva atención y al final regresa a la redacción para redactar su crónica, a la que titula: Jesucristo no sabe nadar.
Alguien lo recordó en la mañana del jueves, cuando se votó, y aprobó, la ley del matrimonio gay en España, cuando Boris Izaguirre, el showman que más veces se ha bajado los pantalones en la TV española, hizo su entrada en el Congreso de los Diputados, en la madrileña Carrera de San Jerónimo, acreditado por la Cadena Ser, del grupo Polanco. Boris no ha necesitado titular nada, dado que su trabajo no es informar, pero el detector de armas del Congreso pitó al pasar bajo el arco. El policía que custodiaba el aparato se adelantó a cualquier comentario.
-No se preocupe, no haremos lo del anuncio.
Se refería, claro esta, al spot televisivo donde el cantante Enrique Iglesias se queda en calzoncillos para poder atravesar el detector de metales sin problemas, pero seguramente la posibilidad no habría disgustado a Boris Izaguirre, uno de los personajes públicos que con más ahínco presume de homosexualidad. Mientras, un grupo periodistas parlamentarios pedía a sus compañeros que se pegaran a la pared.
A media mañana se votaba la reforma del Código Civil que legalizaba promocionaba el matrimonio gay. No hubo fisura en el PSOE pero sí en el partido Popular. Ante el enfado de todo el grupo parlamentario, Celia Villalobos votaba con el PSOE. También lo habría hecho la diputada por Badajoz, María Pía Sánchez Fernández, que apoyaba a Villalobos, pero que se había ausentado por razones personales. Los demás, incluido Mariano Rajoy, votaron según lo previsto, en contra del matrimonio gay.
Ahora bien, eso no indica que el partido y el grupo parlamentario constituyan una balsa de aceite. Todo lo contrario. La prensa española comentaba el jueves el enfrentamiento entre el jefe del Grupo Parlamentario, Eduardo Zaplana y el jefe de Gabinete de Mariano Rajoy, Francisco Villar. Pero ese enfrentamiento no fue, ni mucho menos, el más importante ni el más significativo. De hecho, con Zaplana como presidente, el de Valencia fue uno de los primeros gobiernos regionales en votar una ley de parejas de hecho, preámbulo de la actual norma socialista sobre matrimonio gay. Simplemente, el rifirrafe fue una mera cuestión de formas, aunque es cierto que Villar consideró que se debía votar en conciencia, avalando con ello la postura de Villalobos.
No, el enfrentamiento crucial y que refleja lo que está ocurriendo en el PP se produjo cuando en la reunión interviene José María Lasalle, uno de los jóvenes leones del nuevo PP de Rajoy, que contraerá matrimonio con la diputada socialista Meritxell Batet, aunque rogamos no extraigan de ello conclusiones precipitadas. No olvidemos que Lasalle es, por decirlo así, el intelectual del PP, responsable de Estudios y Programas del Partido, el miembro más conspicuo de la fundación FAES, el que más discursos escribe para Mariano Rajoy y el campeón del centro reformismo y colaborador del diario ABC. Lasalle dijo cosas tales como que ya estaba harto de injerencias de la Iglesia en el Partido, o que los diputados católicos no nos impongan sus principios morales a los demás. Recordó, para que quedara claro, que él tenía conciencia laica y alma laica y dejó bien clara su postura favorable, no sólo al matrimonio gay sino a la adopción por niños de homosexuales.
Tan fogosa fue su intervención que hasta tres miembros del Grupo Parlamentario Popular se vieron obligados a intervenir para aclarar que ellos no eran católicos uno de ellos llegó a advertir que yo de fe, más bien poquito-, pero que no hacía falta ser católico para estar en contra del matrimonio gay y de la adopción gay.
Jaime Ignacio del Burgo y Jorge Fernández defendieron el No al proyecto socialista por razones de fondo, no por su adscripción a un credo o iglesia. La mayoría de los diputados acudió a la necesaria disciplina de voto. Por ejemplo, Beatriz Salmones, quien se confesó agnóstica y partidaria del matrimonio gay, pero advirtió que votaría con el partido. En definitiva, se produjo un enfrentamiento entre disciplina de partido y voto en conciencia, que revela el grado de confusión que reina en el centro-reformismo pepero.
Al final, mañana del jueves, todo el partido, salvo Villalobos, votó según lo acordado, pero, como decía uno de los miembros del bando laico, las máscaras han caído y se ha desatado la crisis. En definitiva, los laicistas perdieron, pero curiosamente los perdedores conforman el equipo del presidente Mariano Rajoy, quien ha querido permanecer ajeno a todo el lío. Y así, el pleno parlamentario de esta semana, último del curso político, que ha aprobado el divorcio sin causa y en tres meses, así como el matrimonio gay, no ocupó ni un minuto de la intervención de Rajoy, quien acusó a Zapatero de no tener una idea de España.
Sin embargo, su hombre de confianza, José María Lasalle, el ideólogo del Marianismo, ha lanzado un discurso que firmaría Alfredo Pérez Rubalcaba o Teresa Fernández de la Vega. El director de Gabinete de Rajoy, Paco Villar defiende a la disidente Villalobos. El esposo de doña Celia, Pedro Arriola, ha pasado de asesor político de Aznar a asesor político de Rajoy, sin solución de continuidad. Gabriel Elorriaga, otra de las piezas clave del equipo Rajoy, también está en el laicismo.