Sigamos con retransmisión el partido: ganaban los partidarios de la moralidad por dos sets y 5 a 0 en el tercero (hablamos de Copa Davis, la mejor de cinco), pero un hombre, uno sólo, en minoría, pero con la autoridad del Vicario de Dios remontó el tercer set, ganando por muerte rápida y luego aplastó en los dos segundos. Resultado final: 3 a 0 a favor de la vida. Con la Humanae Vitae se lanzó el aforismo que la etapa más homicida de toda la historia (la actual, especialmente con los no nacidos), no ha podido enterrar: la vida comienza con la concepción y debe terminar con la muerte natural, esto es, cuando Dios quiera. Vamos, que Pablo VI, contra la opinión mayoritaria en la Iglesia, contra la mayoría eclesial, defendió lo mismo que hubiera defendido Cristo: la verdad en minoría. La Iglesia no es democrática porque está regida por el Espíritu Santo, y por el Espíritu Santo, sólo hay un argumento: la verdad os hará libres (Bueno, hasta que el gran pensador Zapatero lo modificó, advirtiendo que era la libertad la que nos llevaba a la verdad, sentencia que me reservo para mi jubilación como título adjunto al Diccionario de la majadería que pienso escribir). No, la Iglesia, afortunadamente, no es una sociedad democrática. Eso sí, es libérrima: a nadie se le obliga a integrarse en ella.
Luego Juan Pablo II, con su Evangelium Vitae llenaría ese mandamiento, ese esqueleto de Pablo VI, de la concepción a la muerte natural, con nervios filosóficos y músculos teológicos, impulsando la cosmovisión de la vida frente a la tristeza mortecina del relativismo progre, empeñado en que cuantos menos seres humanos pueblen la faz de la tierra, mejor que mejor. La alegría frente a la agonía.
Ahora viene Benedicto XVI y completa el cuadro. El mejor periodista del siglo XXI ha vuelto a ofrecernos el mejor titular: el éxito y el dinero no valen para nada. Joseph Ratzinger sigue sin aceptar la jugosa oferta que Hispanidad.com mantiene permanentemente abierta para ficharle como titulador de este periódico electrónico. Al parecer está muy ocupado en Roma y no puede trasladarse a Madrid, pero no perdemos la esperanza. Titular es el arte más difícil de este oficio: cómo decir mucho en pocas palabras sin faltar a la verdad y sin caer en la exageración, que es amarillismo. Pues bien, Benedicto XVI lo ha dicho. El hombre de estudio, el profesor, el universitario, el académico, parece convencido de que la capacidad de concentración de la actual generación ha decaído mucho, por eso, en contra, quien hoy lea un libro es una heroicidad que procede ser recordada, así que Benedicto XVI ya no nos habla ni en parábolas, sólo en aforismos, en proposiciones, en titulares. Pero se le entiende todo. Porque, en efecto, el dinero y el éxito sólo sirven para complicarte la vida. Si quieren comprobarlo vean una sesión de Control parlamentario o Dónde estás corazón.
Eulogio López
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